Parecía endeble a la vista, pero sorprendentemente profundo en su discurso,  persuasivo en el habla, enamorado de la naturaleza toda, de lo humano y lo irreal. Amante de la sencillez y de la sinceridad, motivo por el cual encontró en ocasiones no pocos coterráneos que hicieran alusión a ello con desagrado y descortesía.

Pero pocas veces brillo la historia patria, cuando un día como hoy hace 170 años, nace una estrella, uno de los más excelsos y grandes hombres de América o del mundo, sino del Universo entero. Deben sentirse henchido de legítimo y puro orgullo, nuestros corazones, al reconocer de nuestro destino, la indiscutible suerte de que el supremo hacedor de todas las cosas, nos ha premiado con el privilegio incomparable de sembrar aquí en nuestra tierra, pequeña de tamaño, pero grande de espíritu, la semilla de uno de los hombres más preclaros que ha dado la humanidad, cuyo verbo encendido y elocuente, llevara a través de los pueblos libres, la queja de su tierra oprimida y que sin reparar en sacrificios, incluso el sacrificio de su vida, hizo posible la concienciación de un pueblo sumido en una de las más oscuras tiranías y de la necesidad de libertarse.

Que encontró desde temprana edad el dolor ajeno como suyo propio, lo cual lo llevo a crear en si un sentimiento personal de juicio criollo y directo hacia el bárbaro opresor.  Fue José Julián Martí Pérez, el hombre, el cubano que a fuerza de estudio y de escritura y de pensar, con unas ansias inmensas de conocerlo todo, de tocarlo todo, de encontrarle la otra parte que el ojo humano no ve, él, que encontró una manera de darle forma al pensamiento independentista y libertario de la época.

 

Fue José Martí, nuestro hermano por la vía del honor fraternal, investido como Caballero de la Luz, allá por el año 1892, de la mano de José Gonzales Curbelo, nuestro amado fundador, cubano por excelencia, patriota y mambí.

El mismo que puso a disposición de este, los espacios de reunión fraternal de nuestra orden, en función del incipiente partido revolucionario Cubano. Inspirado en los grandes que lo antecedieron, Felix Varela, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive de quien fuera su más excelso discípulo, entre otros, fue continuador del Pensamiento Filosófico y Reformador de estos pensadores.

Luchador incansable por la unión de todo el pueblo de cuba, llevo a su máxima expresión el compromiso con la causa que era suya también, vivir en el destierro, y desde el exilio organizar y preparar, con la ayuda de muchos hermanos (as) valientes la partitura del gran concierto de la libertad, es decir la guerra necesaria, y esta, la obra de su vida.

Vivió con el dolor hondísimo de la quietud que sufría allá lejos, inútil de sí mismo, sin poder servirle eficazmente a su patria. Bien sabia el que en nuestra tierra hay todas las virtudes que se necesitan para hacerla respetada y dichosa. Y por ese motivo le escribiría a su madre: Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema el para iluminar alrededor. Siento que jamás acabaran mis luchas.

El hombre intimo está muerto y fuera de toda resurrección, que sería el hogar franco y para mi imposible, adonde esta la única dicha humana, o la raíz de todas las dichas. Pero el hombre vigilante está aún vivo en mí como un esqueleto salido de su sepultura; y sé que no le esperan más que combates y dolores en la contienda de los hombres a que es preciso entrar para consolarlos y mejorarlos.

A decir de Pepe, hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí, y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y La grandeza patria. Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y en el de la perdurabilidad y trascendencia de la vida. Los hombres han de vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la libertad, como viven en el goce del aire y de la luz.

Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos: que por maravillosa compensación de la naturaleza, aquel que da, crece; y el que se repliega en sí, y vive de pequeños goces, y teme partirlos con los demás, y solo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando de hombre en soledad, y lleva en el pecho todas las canas del invierno, y llega a ser por dentro, y a parecer por fuera, insecto.

Los hombres crecen, crecen físicamente, de manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho algún bien. Solo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y de la practica constante de la generosidad.

Pues porque ser bueno es el único modo de ser dichoso, ser culto es el único modo de ser libre, y la libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.

Ciudadano indiscutible de toda la América fue Martí y así, cuando su verbo fogoso unía en estrecho abrazo la tierra del Norte con la del Sur y sentía que era como hijo de una sola gran patria americana, su palabra fue siempre destello de luz, que enseñaba, sin odios ni rencores, el derecho que tienen los pueblos a ser libres y el derecho que tienen los hombres a vivir con decoro.

Y para eso estamos hoy aquí, para honrar a José Martí, con sus penas y sus pecados, con sus dichas y virtudes. Para seguir su ejemplo de eterno luchador, que cuando un hombre persigue un sueño a fuerza de perder su propia sangre, debe de confiar en su instinto, y en sus hermanos de lucha, no hay que perder de vista las enseñanzas de nuestro sabio maestro, Don José de la Luz y Caballero, cuando nos decía:

Si por cada poro me brotara de golpe una pluma, no bastarían tantos canales para dar curso al torrente de ideas y de afectos que se agolpan en mi cabeza y en mi pecho. Pero es menester concentrar, condensar los rayos por el vidrio ustorio de la inteligencia, para hacer algo uno, y de provecho.

Hablar del Apóstol, queridos hermanos, es tarea que queda siempre inconclusa. Para comprenderlo a cabalidad, seria necesario ser otro Martí, y nosotros, dicho sea de paso, y en honor a la verdad, no somos más que humildes y contemplativos seguidores de él.

No es con palabras precisamente, con lo que podemos rendir el mejor homenaje a su memoria, sino con el trabajo honrado y dignificador, característico de los hombres y mujeres de esta grandiosa tierra Patria.

Debemos esforzarnos por todos los medios por hacernos mejores, mejores hombres y mujeres; mejores en lo cotidiano y en lo que no conocemos, hacer grande nuestro conocimiento y compartirlo con el resto.

Endulcemos el alma con la plática del entendimiento, porque no hay más que una gloria cierta, y es la del alma que está contenta de sí. Así hermanos levantemos la frente y al impulso creador de nuestros corazones llevemos el mensaje de paz, de unión y de luz como identificación magnifica de lo somos y representamos.

Para vivir en el mundo es necesario no solo estar en él, sino con él y hasta por él; no son los que viven con él, los que más viven para él; vivir para el mundo, es una cosa, vivir para la humanidad, es otra bien diferente, nos decía Luz y Caballero, y la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, sentenciaba el apóstol, porque la vida no es propiedad del hombre, sino préstamo de la naturaleza, y morir no es más que volver a la naturaleza de donde se vino.

Y fue la llama de su espíritu incansable, que iluminase su entraña verdadera, a la par que mortíferas alas segaban su alma, para luego convertir su cuerpo en pasto verde y su sangre en rico abono. Mientras tanto hoy reunidos aquí a los pies de su marmórea imagen, somos simples mortales que, en triste apología de la historia, recogemos el fruto maduro de su conciencia, con el sentir de todos los habitantes de nuestra tierra y la de otras latitudes, te decimos; Martí, Apóstol y hermano, te prometemos desde nuestra humilde cuna caballeresca, seguir la ruta que tu indicaras, que combatiremos el vicio y la ignorancia donde quiera que esta se encuentre.

Que seguiremos paso a paso tus consejos, que sabremos hacerle frente a los errores de los hombres para señalarles el verdadero y recto camino; pero te pedimos Maestro, que tu luminoso espíritu derrame toda su sabiduría entre los hombres ambiciosos y egoístas de nuestra Patria; que la pasión que los ciega desaparezca para que venga la Paz entre nuestros hermanos, que no hayan derramamientos de sangre, para que no puedan haber Madres que viertan lagrimas de dolor como en su día llorara aquella que te dio el ser y que nunca mas pudo besar tu frente y que pueda renacer de nuevo nuestra Cuba y nuestra Orden como la querías, libre para tus hermanos y cordial con todos y para el bien de todos.

Muchas gracias.

Charles Enchris Rodríguez Ledesma.

L.P Logia Francisco Calcagno # 71.

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    Javier

    Genial

    Un tributo brillante tal y como nos tiene acostumbrado el Hno. Charles

    enero 29, 2023
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    Jorge Romero

    Jose Marti

    Excelente trabajo, un tributo merecido a nuestro apóstol. Gracias por compartirlo.

    enero 29, 2023

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