Consideramos que la lucha contra nuestras pasiones es de capital importancia para conquistar la inmortalidad del alma.
Son los esfuerzos, la batalla y la constancia, la superación y la evolución, los que hacen que el alma se inmortalice.
En los niveles más altos del Ser, que requieren de una intervención de un estado más refinado, como es el estado de presencia, el estado de atención, y no como el común de nosotros que siempre estamos dispersos y con la mente en mil cosas.
La mente está determinada por aspectos emocionales e intelectuales. Todas las escuelas iniciáticas del pasado decían que podíamos descubrir nuestro YO superior en nosotros. Y hasta encontrar a Dios igualmente en nuestro interior.
No todo iniciado en los misterios de la mística, llega a ser libre de las leyes naturales del nacimiento, el cambio y el deterioro. El cuerpo humano sigue el ascenso obedeciendo las reglas de su propio nivel; pero se descubre algo asombroso en el proceso de aprendizaje, y progresivamente se da cuenta que vive en una dimensión que no está sujeta a las normas ordinarias.
Sólo en el nivel más alto posible del desarrollo iniciático, se podría decir que en lo superior del Ser, ahí justo está por encima de todas las leyes, y es por consiguiente, total y absolutamente libre de los efectos mortales.
No podemos olvidar que ha sido común en todos los grandes de la historia universal en todas las épocas el señalar que es posible conquistar la Inmortalidad, aunque indican que no es fácil, pero tampoco imposible.
La Orden Caballero de la Luz nos pregunta, justo antes de ingresar en ella, si creemos en un Ser Supremo o Dios. Creemos también en la inmortalidad del alma, no por la simple razón de haber nacido, sino como algo que es posible conquistar si nacemos de nuevo dentro de nosotros mismos. Si nos renovamos espiritualmente como las células del cuerpo.
Mahoma al regresar de una cruenta guerra por la posesión de la Meca, dijo a sus seguidores: “Hemos regresado de la batalla decisiva por la posesión de la Kaaba, y hemos salido victoriosos gracias a Alá. El siempre clemente. El siempre misericordioso, pero ahora tendremos que librar la Yihad Al Akbar (La gran guerra Santa)”.
Cuando sus seguidores perplejos le pedían que les clarificara esta aseveración. Dijo: “La pequeña guerra santa es contra los infieles que ocupaban la Meca, pero la Gran Guerra es contra nuestras propias pasiones y defectos, pues son éstos los que obstaculizan a nuestra alma para conquistar la inmortalidad”.
La gente de distintas partes del planeta podrá tener diferentes costumbres, idiomas, conceptos, pero hay algo más hondo en común: la afinidad que nos da saber que todos somos miembros de la familia humana. TODOS SOMOS HERMANOS.
El ser humano debe amar a los demás, y por tanto, respetar las opiniones y creencias distintas, y convivir en plena fraternidad.
La fraternidad de los hombres no puede tener más fundamento que la conciencia de la común creación de Dios que es la energía universal.
Como manifestación “viviente” del Sublime Luminar, somos muy importantes. La idea de fraternidad no significa alejamiento o separación del alma, sino la fusión de todas las vibraciones energéticas que componen lo que llamamos ser humano, el que logra la transición de su conciencia hacia una forma más elevada.
Todas las almas son parientes nuestras. Estamos emparentados con todo lo que ha salido de Dios.
G.L.P.: María Luisa Pastor
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