En la Cuba sometida a la dominación española, hubo hombres eminentes que despejaron el camino hacia la libertad.
José de la Luz y Caballero fue uno de esos hombres. Nacido en la ciudad de La Habana el 11 de julio de 1800, estudió en el convento de San francisco, en el seminario de San Carlos y en la Universidad de La Habana. En 1824, al quedar vacante la cátedra de Filosofía del citado seminario, por la ausencia de José Antonio saco, Luz y Caballero la ocupó.
El comprendió desde edad temprana que la educación era esencial para construir la nacionalidad. A lo largo de su existencia hasta su muerte el 22 de junio de 1862, Luz y Caballero trabajó sin descanso por la causa educativa, alentado por el bello ideal de crear una inquebrantable conciencia ciudadana.
Combatió la esclavitud y el absolutismo con la característica entereza de quienes creen en las reservas morales de las personas. Se distinguió tanto que, después de su muerte, las nuevas generaciones comenzaron a darle el título de Muy Sabio Maestro.
Eso fue Luz y Caballero: un maestro. Sus lecciones sirvieron al noble propósito de educar para ejercer el bien. Le interesaba despertar y mantener los luminosos instintos de convivencia y solidaridad.
Para Luz y Caballero el campo de la enseñanza era tan amplio y dentro de él, el amor y la bondad lo regían todo, estableciendo los contornos reales del alma de un hombre y de una mujer.
Sin educación no puede haber pueblos ni naciones. La ignorancia conduce a la barbarie y la desintegración de la sociedad. La cultura no sirve a la Humanidad, si no va dirigida a la perfección del carácter. Estableciendo límites bien definidos entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, el amor y el odio.
A un gran maestro como fue José de la Luz y Caballero correspondió iluminar esas fronteras del alma, alentando todo aquello que la eleva sobre el turbulento mal de las más elementales pasiones.
Antes, mucho antes, que los heroicos mambises lucharan en la manigua redentora de Cuba, las ideas ya se habían sembrado en los combatientes nativos, y les dieron la necesaria fuerza espiritual para empuñar las armas contra la tropa colonial que enviaba el lejano gobierno de Madrid para imponer su voluntad de invasor capaz de todas las crueldades.
Si Félix Varela fue la raíz de la cubanidad, José Martí fue el Apóstol de la Independencia, José de la Luz y Caballero fue el Apóstol de la Educación de Cuba. Su prédica para el perfeccionamiento del alma cubana sirvió esencialmente la causa de la libertad. El Maestro logró con su monumental obra la presencia de otros maestros, cuyos mensajes fueron más allá de las aulas y de los hogares, hasta lograr ciudadanos ejemplares que honraron a la nación cubana.
El 22 de junio nos reuniremos para recordarlo con la Sesión Luctuosa que es tradicional en nuestra Orden, y durante la Semana del 5 al 11 de julio, le rendiremos nuevamente el homenaje ya tradicional, porque Don Pepe fue uno de los grandes arquitectos que construyeron el poderoso hogar de nuestra fraternidad. Seamos todos los miembros de la Orden Caballero de la Luz los discípulos de las enseñanzas que el Sabio Mentor nos dejó.
G.L.P:. Miriam E. Quirós.
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