Queda claro que no es suficiente el esfuerzo cuando se trate de buscar en la experiencia colectiva que propone el libro sagrado imágenes y enseñanzas que son para nosotros los miembros de la Orden Caballero(s) de la Luz, una revelación orientadora en busca de nuevas y ricas betas de pensamiento y conducta.

El capitulo 36 de la profecía de Ezequiel, sobre el cual jamás escuche sermón alguno, ni desentrañamiento alguno por parte de nuestros biblistas, contiene un elemento ético que generalmente no se asocia a los estudios ecológicos: la justicia, aunque nuestro amado Don José de la Luz y Caballero, quizás orientado por este mismo texto, o quizás por el de Malaquías 4, 2, asentó bien claramente que el –sentimiento de la justicia es el sol del mundo moral-.

Lo insólito del texto es que el profeta tiene por misión una tarea, por orden de Dios, que al cumplirla lo clasificaría como un demente ya listo para ser internado en un hospital psiquiátrico, Dios le ordena: –habla en nombre mío a las montañas de Israel, a las montañas, colinas, ríos y valles– (Ez 36, 1. 4)-.

No podemos eludir nuestro asombro de que en literatura tan antigua aparezca ya un elemento poético típico de lo que, a principios del siglo XX, que ya paso, se denominaría –pasó al modernismo-. Se habla con los elementos de la naturaleza creada como quien habla con un vecino. Quizás no nos percatamos de que ellos son también seres vivos que sufren o gozan, según les quepa en suerte, y que –tal como nosotros– requieren de una serie de condiciones ambientales para desarrollarse y frutecer.

Pero lo más importante es el mensaje, el doble mensaje. En primer lugar, teniendo en cuenta que –los enemigos de Israel se creen dueños ya de las montañas eternas-, y –las tratan con burla y desprecio-, y –saquean sus campos-, Dios dice a la tierra de Israel por medio de profetas: –Yo tengo palabras de ira y furor por los insultos que han sufrido ustedes de parte de las naciones extranjerasyo las voy a proteger, y Hare que sean cultivadas y sembradas… las ruinas serán reconstruidas…ustedes estarán mejor que en el pasado…Hare que mi pueblo camine sobre ustedes, montañas de Israel, y que tomen posesión de ustedes como dueños…(Ez 36, 6.9. 10-12).

Hay sin dudas un elemento político-social muy a ras de tierra y de hombres en estas admoniciones divinas, lo cual no debe asombrarnos. Es al cabo un llamado a la justicia en el trato a la naturaleza geofísica de una nación que ha sido devastada o mal gestionada por la ambición de vecinos poderosos en el gobierno y en las empresas, tanto como por la inercia y el descuido progre de quienes son en suma sus máximos responsables, sus ciudadanos. Esto lo sabemos en Centro y Sur América tras más de 2000 mil años de existencia documentada. Y esto es lo que sucede todavía aquí, y en varios países del mundo entero, donde los desechos envenenan ríos y lagos, las chimeneas de las fabricas contaminan el aire, la explotación y las quemas de los bosques esterilizan las tierras y la pobreza, la miseria, el hambre, las enfermedades, agotan la vitalidad física, moral y espiritual de sus respectivos pueblos. Toda persona que clame contra estas injusticias es un profeta de Dios, incluyendo a los que no creen en El.

Pero en la profecía de Ezequiel hay otro costado de injusticia y culpabilidad: la del mismo pueblo israelita. La tarea realmente difícil y peligrosa del enviado de Dios no era la de vociferar contra el enemigo, sino la de emplazar a sus propios conciudadanos por su inercia y su corrupción. Ellos tampoco habían sido justos para con la naturaleza ambiente, ni habían dado un ejemplo de dignidad y soberanía entre las naciones vecinas. Por tanto, –sientan vergüenza y confusión por su conducta-. –los librare de todo lo que les manche. Hare que el trigo abunde… Hare también que los árboles y los campos den mas fruto, para que ustedes no vuelvan a pasar vergüenza delante de las otras naciones por causa del hambre…la tierra que había quedado desierta será cultivada a la vista de todos los que pasan… esta tierra, que había quedado desierta, se parecerá al jardín del edén… vivirán en el país que di a sus padres, y serán mi pueblo y yo seré su Dios (Ez 36, 32.29-30.34-35.28).

La profunda fe y la brillante imaginación del profeta Ezequiel –quien fue también cautivo en babilonia– le permitió visualizar la reconstrucción nacional (sin descontar los pecados propios) frente a los imperios poderosos de su época. Y, evidentemente, esta sección bíblica comentada carga un énfasis muy marcado en la injusticia ecológica, de lo cual podemos derivar lecciones muy provechosas para nosotros mismos. El enemigo tiene que cargar su cuota de culpabilidad y responsabilizarse con enmendar sus desafueros, pero a la vez nosotros tenemos que reconocer nuestra desidia, nuestras improvisaciones sin basamento científico, nuestro despilfarro, nuestra carencia de perspectiva a largo alcance, y nuestra incapacidad de seguimiento aun plan trazado.

Nuestras –montañas, colinas, ríos y valles y puertos y mares y cielos-, también claman por justicia. Si el enemigo no quiere enmendarse, tendrá su castigo, pero a otros no debemos atribuir lo que es nuestro pecado ecológico. La hora ha llegado de confesarlo y de hacer justicia. Yo estoy confiado en que también nosotros recibiremos la luz bienhechora de (ese Sol del mundo moral), dispongámonos pues a recibirla como hombres de honor y Caballeros y reflejarla sobre esta sociedad gentil que nos cobija, para acrisolarla y mejorarla.

Pues al fin y al cabo ¿Si no tratáramos de mejorar nuestro mundo, que clase de hombres seriamos?

 

L.P: Javier Alvarez Rodríguez

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    Javier

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    Una aproximación diferente a propósito de la responsabilidad también para con el medio ambiente desde la mirada del Caballero de la luz

    agosto 26, 2023

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