Poca justicia hace la historia a veces con verdaderos hombres tallados en
virtud, y muestra de ello es José González Curbelo. Por fortuna, si él hubiera podido
elegir, seguramente habría querido pasar desapercibido, como cuando acompañado
de su amigo Fernández rechazó la propuesta de Ocupar un cargo en el gobierno y
dijo “Que no quería tributos por lo que siempre había considerado un deber para con
la patria” quizás el olvido no ha sido casual, sino el resultado de su misma existencia
y humildad ejemplarizante, como demostró una y otra vez hasta el final de sus días.
Sin embargo, alejado de toda soberbia supo fructificar su obra magnífica,
juntando a los hombres con palabras y pensamiento puros, propio de quien abraza
el sacrosanto ideal de la libertad. Ya lo diría Martí en “Patria” “Era de oír como de
patriarca, la palabra evangélica toda de puro Pensamiento del anciano que hablaba
“Cargado de mis propios defectos y de los demás”(decía), del incólume José
González”, a quien también llamó en sus cartas: “González Querido”, “Noble
González”, “Mi viejo bueno”. Siempre con muestra de gran afecto y respeto,
reconociendo en él como espejo la virtud del sacrificio y el valor de la palabra
empeñada.
El sembrador, nos acompaña desde el sitial de la unión observando callado al
Ágora fraternal desenvolverse en los Talleres, a veces preñados de virtud para su
beneplácito, otras veces estériles, en detrimento del espíritu republicano de los
Iluminados Patriotas de su época, aquella generación de cubanos en la que lo
individual convergen en una Causa, Organización y método, en el lapso de tiempo en que para militar en la Orden era menester amar a la Patria y abrazar el ideal
Libertario. Esa generación de emigrados que tuvo a Filadelfia y al norte todo como
segunda casa y allí fundó y prosperó, sin olvidar sus raíces ni el juramento,
alimentado con sus idas y vueltas. Hoy observa el fundador desde su sitial como
tenemos más de todo y cada vez utilizamos menos, que el verbo luchar, emprender
y consolidar, cuando se trata de la Patria o la Orden cobran sentido únicamente en
tiempo pretérito, pues en el presente nos cuesta comprender el alcance y la fuerza
que tienen la liturgia, el simbolismo, y las leyes cuando se conjugan en trilogía
perfecta y forman en conjunto el camino para llenar cumplidamente el supremo
deber moral de la fraternidad, en uso pleno de los valores y las buenas costumbres.
Sin dudas los fundadores de la Orden junto a Curbelo, confiaban en el
mejoramiento humano y cada pieza en el diseño tiene un significado que apunta
justamente a la sincronía entre semejantes, enalteciendo valores, cultivando
conciencias, ejercitando la libertad y la fraternidad como lazo indisoluble. Cada logia
es un cónclave de hombres y mujeres escogidos, dispuestos por voluntad mitigar los
vicios y a conocer la verdad y defenderla ejercitando el libre pensamiento y la
justicia. Sería esta la máxima aspiración de Curbelo. La doctrina se entreteje entre
las causas y los hombres resguardando a plena vista el camino a la verdad, el
significado de los símbolos, reservando las respuestas para aquellos que deciden
practicar con celo. “La única condición precisa para conocer las cosas elevadas es
la capacidad personal (Escribió Portuondo) Quienes están capacitados, descifran la
doctrina secreta; pero es inútil que la verdad se pregone desde las azoteas si los
que la escuchan no la comprenden.”
A lo largo de la historia, Curbelo nos demostró que fue en un hombre de fe,
lo cual nos dignifica a nosotros como herederos de su gran Obra de su vida.
Hno:. Hubert Torres Pozo
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