La inercia es uno de los peligros más insidiosos que puede enfrentar una institución como la Orden Caballero de la Luz. No se presenta con violencia ni escándalo, sino con el apacible disfraz de la rutina. Cuando la costumbre se impone sobre la reflexión, y el “siempre lo hicimos así” reemplaza al “¿por qué lo hacemos así?”, comienza a erosionarse el verdadero sentido de nuestra labor fraternal. La inercia nos lleva a repetir gestos vacíos, a cumplir rituales sin alma y a tolerar ausencias de compromiso bajo la excusa de la normalidad. Lo que una vez fue llama viva de renovación, se convierte lentamente en una brasa que apenas ilumina.
Nuestra Orden nació del impulso transformador de hombres y mujeres que se atrevieron a pensar, actuar y construir más allá de su tiempo. Honrarlos no es copiar sus formas, sino encarnar su espíritu. Romper la inercia exige coraje: el de cuestionar con respeto, proponer con altura y actuar con coherencia. Sólo así podremos preservar lo valioso del pasado sin convertirlo en ancla, y mantener la Luz como una fuerza activa que alumbra el presente y abre caminos hacia el porvenir. La tradición que no se renueva, se convierte en peso muerto. Y la inercia, si no se enfrenta, es la antesala de la decadencia.
MORALEJA: La inercia es la enemiga silenciosa del crecimiento fraternal
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