Hay hermanos que, al observar su desánimo, señalan con tristeza a la Orden o a su Logia como la causa de su falta de entusiasmo. Esperan de ellas el impulso que no encuentran en sí mismos. Y cuando ese impulso no llega como lo esperaban, culpan a la estructura, al ambiente, o a los demás.

Pero un Caballero de la Luz comprende que la motivación auténtica no nace desde fuera, sino desde adentro. La Orden es un templo, un faro, un espacio de posibilidades; no una fuente inagotable de estímulos. Su deber no es encender la llama en cada uno, sino ofrecer el espacio donde esa llama pueda crecer, sostenerse, y aportar luz a los demás.

Nuestra ética nos enseña que el deber no espera aplausos, ni necesita compañía para existir. Ser Caballero no es recibir motivación, es encarnar el principio que la produce. Y si en algún momento la alegría se apaga, no hay mejor forma de recobrarla que brindarla. No hay mayor impulso que aquel que uno mismo decide encarnar para los otros.

La logia no está para servirnos, sino para ser servida con amor, con constancia y con conciencia. Aquel que comprende esto deja de ser espectador, y se transforma en verdadero constructor del Templo de Luz.

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    Leansy Medina

    Excelente

    Lo principal viene desde nuestro interior para después reflejar lo a nuestro alrededor

    junio 2, 2025

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