En el seno de nuestras Logias, donde el pensamiento libre y la razón ilustrada deberían ser el cimiento del intercambio, se filtra a veces un enemigo silencioso: el sesgo de confirmación. Ese impulso, casi instintivo, que nos lleva a buscar solo aquello que reafirma lo que ya creemos, descartando o desvalorizando todo lo que lo contradiga.
El Caballero de la Luz está llamado a buscar la verdad, no la comodidad. Pero cuando el sesgo de confirmación se impone, la búsqueda se distorsiona: las ideas se vuelven trincheras, los argumentos se transforman en armas y los diálogos en enfrentamientos. Así, el taller, espacio sagrado del razonamiento colectivo, se convierte en un eco donde cada cual solo escucha su propia voz.
Este fenómeno —invisible pero poderoso— erosiona la fraternidad porque sustituye la razón por la emoción, y la reflexión por el juicio apresurado. En lugar de debatir con base en principios y argumentos, terminamos reaccionando con base en afinidades o antipatías personales. Lo que debería ser un debate de ideas se convierte entonces en una batalla de egos, y el error lógico se disfraza de convicción moral.
Cada vez que un hermano o hermana expresa una opinión distinta, el sesgo de confirmación nos susurra que está equivocado o que tiene una intención oculta. En ese instante se rompe la cadena de la confianza, y lo que podría haber sido un acto de construcción colectiva se transforma en un momento de agravio desproporcionado.
No hay crecimiento posible sin disenso, ni fraternidad auténtica sin humildad intelectual. Combatir el sesgo de confirmación no exige silencio, sino vigilancia sobre nuestras propias certezas. Significa aprender a escuchar para comprender, no solo para responder.
El taller debe ser el laboratorio de la verdad, no el tribunal de las opiniones. Y si queremos que nuestras Logias sean verdaderos templos del pensamiento, debemos empezar por reeducar nuestra manera de discutir. La luz no se obtiene al confirmar lo que ya sabemos, sino al atrevernos a mirar lo que aún ignoramos.
Solo así, el debate volverá a ser un instrumento de edificación moral e intelectual, y no una fuente de división entre quienes comparten un mismo ideal.
COMISION DE CULTURA Y DIVULGACION
Logia Soles y Rayos de Oriente No.7 OCLU
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