La memoria es el templo sagrado donde se preservan los pasos, las palabras y las obras de quienes nos antecedieron. En la Orden Caballero de la Luz, ella no es mero recuerdo, sino llama viva que alumbra el sendero de los que aún caminan. Honrar la memoria es reafirmar nuestra pertenencia a una cadena de virtud que no se rompe con el tiempo, sino que se fortalece en cada evocación fraterna.
Nuestros ritos, símbolos y enseñanzas no son anclas al pasado, sino puentes hacia la comprensión profunda de quiénes somos. La memoria nos enseña que lo eterno no está en lo inmutable, sino en lo que se transmite con amor, con verdad y con deber cumplido. Es la sabiduría heredada la que nos impide extraviarnos, la que nos recuerda que somos fruto de muchas voluntades que lucharon con la voluntad de perseverar.
Así, el Caballero de la Luz no olvida, porque recordar es acto de justicia, es tributo y es raíz. En la memoria florece la identidad, y en ella se renueva el compromiso de ser mejores, no solo para los que están, sino también para los que vendrán.
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