La Orden Caballero de la Luz es una institución iniciática, fraternal y patriótica que revela sus enseñanzas a través de determinados símbolos y fundamentos.
Los símbolos, para los miembros de la Orden, son un conjunto de ideas relacionadas directamente con el hombre. Ellos siempre responden a unos arquetipos universales, a unos principios que son contemporáneos con cualquier tiempo o circunstancia histórica y personal.
Lo importante es que esos mismos principios o ideas, legados al pueblo cubano por Don José de la Luz y Caballero, los podemos conocer a través de los símbolos que decoran nuestros Templos, el más importante de los cuales, el Ara lugar sagrado, es justamente el que se refiere al pensamiento de donde surge la obra de la creación, conocido en nuestra Orden como Dios, Sublime Luminar del Universo, Gran Artífice.
Esa gran energía es el Principio Supremo, y es bajo la influencia de ese Principio que los iniciados en esta Institución realizamos nuestros trabajos, en los que junto al estudio de los símbolos está la práctica del rito.
Ya que hablamos de Dios, es conveniente señalar que la Orden Caballero de la Luz no tiene ningún tipo de connotación religiosa. Y no puede tenerla porque no es una religión, sino una organización iniciática, fraternal y patriótica que entrega al hombre los medios y los conocimientos necesarios para su progreso y perfeccionamiento como ser humano.
No es, por tanto la adscripción a un dogma religioso lo que se pide al que entra por primera vez en un Templo. No se trata de “creer” en el símbolo, sino de comprenderlo, pues en la medida que lo comprendemos y nos penetramos de su significado profundo seremos uno con la idea que lo conforma.
El Caballero de la Luz y la Sacerdotisa del Hogar, toman al símbolo como vehículo de conocimiento y no como un objeto de “culto”, pues saben que no hay que confundir al símbolo con lo que éste simboliza.
El hecho de que la Orden Caballero de la Luz no sea una religión, no impide que existan miembros que en su vida privada, y en el ejercicio de su libertad, practiquen un credo religioso determinado, o bien que no practiquen ninguno. Al entrar en nuestros Templos nos despojamos de nuestra personalidad profana, y hacemos abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales legados por el Sabio Maestro. Principios a cuyo alrededor todos debiéramos unirnos para trabajar en común en la gran obra del Ser Supremo.
Lo único que exigimos a los miembros es una voluntad firme en progresar y perfeccionar la conducta, y creer en un Ser Supremo como forjador de la vida y de todo lo existente.
La obra de regeneración no puede llevarse a cabo sin una voluntad firme y perseverante que la desee, es decir una fuerza interior que influya y trasmita su poder creativo.
Esa fuerza interior necesita ser dirigida y orientada por la inteligencia.
Con los símbolos que se nos enseñan y entregan, iremos limando, en nuestra vida fraternal, lo “espeso de lo sutil”, el “caos del orden”, lo “profano de lo sagrado”. Operación que ha de convertirse en un rito cotidiano, en un ejercicio de cada momento, pues dicha separación constituye la premisa fundamental a cumplir en las primeras etapas del proceso de “purificación”, hasta que con paciencia y perseverancia alcancemos ese perfeccionamiento que desea la Orden para sus miembros.
(Fragmentos del libro “Nuestro Esfuerzo)
Por Nérida Pérez, Gran Luminar
Federación de Logias Unidas
Florida, EEUU
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