Es preciso que la Orden Caballero de la Luz, ponga en acción la prédica que vive en sus rituales, que late en sus Leyes y Principios, y que bulle constantemente en los discursos y conferencias de sus más destacados oradores y escritores, de sus forjadores.
Ya va siendo hora de comprender que no es posible continuar solazándonos, por horas, en los Talleres, para limitarnos, al apretón de manos o al expresivo abrazo fraternal.
Limitarnos a eso, que es práctica admirable, es sencillamente pecar de indolentes.
Hay que ir más allá. se necesita digerir, con la mente, el alimento esencial que necesitamos. Hay que llevar el producto nutricio de las enseñanzas que nos brindan los rituales al corazón, para vigorizarlo, con nuestras propias convicciones.
Hacerle brotar en las obligadas relaciones habituales, difundiéndolo con la conducta en medio de la familia, entre los que comparten con nosotros su actividad social; en el trabajo, y en cuanto constituya movimiento, vida, acción, presencia real de nuestra personalidad.
En todas las regiones del globo, en todas las latitudes, hay lágrimas que enjugar, necesidades que atender y ayudar. En todas partes se descubren el error, la ignorancia y la mentira, para combatirlas.
Siempre surgen ambiciones, egoísmo, hipocresía e injusticias, que son los enemigos que han provocado el nacimiento de las Instituciones Fraternales.
A esos enemigos tradicionales, hay que enfrentarse con resolución de elegidos, para que puedan evitarse, en su avance aniquilador, las víctimas que buscan afanosos en la Humanidad.
Para evitarlo, la Orden Caballero de la Luz no puede caer en una posible apatía. Y habrá apatía cuando los miembros que la forman abandonen su deber.
Ese deber que fue espontánea, generosa y noblemente contraído desde la Iniciación, es la esencia verdadera de nuestra Orden, su fuerza pujante, incontrastable.
De su cumplimiento constante, tal vez como lo prometimos solemnemente ante nuestros hermanos, depende que exista viva nuestra Orden.
Los compromisos del Caballero de la Luz y la Sacerdotisa del Hogar, han de cumplirse gustosamente, cualesquiera que fueren los esfuerzos que deba realizar, las adversidades a enfrentar, y los obstáculos a vencer.
Nuestra doctrina es eminentemente moral. Tenemos una ética aplicada a la vida, y que de manera continua perfeccionamos al practicarla.
Elevar y libertar a las conciencias; conducir a los hombres y mujeres, desde las tinieblas de la ignorancia, a la búsqueda de la luz de la verdad; desde la maldad a la virtud; desde la esclavitud de la materia, a la evolución del espíritu, han sido siempre una tarea para construir nuestro Templo, fin primordial para los miembros de la Orden.
El ser humano no debe vivir únicamente para sí, sino también para los demás, para ser útil a las causas buenas.
La fe en los derechos del hombre a superarse y vivir como desea, es nuestro apoyo en la lucha por la democracia, y nuestro baluarte por la libertad y la justicia.
Revalorizarnos y construir un Templo Espiritual es un deber indeclinable, porque sólo podemos dar a los demás lo que tenemos dentro de nosotros mismos.
GLP:. Nérida Pérez
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