Nuestra Institución es a la vez progresiva y gradual; un camino ceremonial y simbólico de perfeccionamiento, que se verifica por medio de etapas o grados sucesivos, cada uno de los cuales es un conjunto simbólico y filosófico, y se confiere observando determinadas reglas y ceremonias alegóricas.
Las formas que acompañan cada grado constituyen una parte inseparable del mismo, en cuanto definen, en una forma exterior, la naturaleza del progreso interior, espiritual y moral que ese grado indica y señala.
En otras palabras, el ceremonial de cada grado es una especie de fórmula iniciática, cuyo significado y valor trasciende la importancia del momento, y también su colección puramente formal, presentándole al candidato todo el programa de una vida renovada, que será su privilegio y deber: reconocer y realizar.
La adquisición exterior de un determinado grado tiene un valor muy relativo, cuando no se comprende su verdadero significado interior, y no se ponga todo esfuerzo para vivir a la altura del ideal y de la nueva orientación espiritual que nos indica.
Cada uno de nosotros, ha de ser en la vida, primero y fundamentalmente DISCIPULO. Cuando cese de serlo, creyendo saberlo todo, esa misma creencia se hará una venda de ignorancia que le cubrirá los ojos, impidiéndole dar iluminadamente aquellos pasos que pudieran hacerle progresar: su marcha se retardará y quedará atrasado en el uso provechoso de sus mejores posibilidades, hasta que sus ojos no se abran nuevamente en un más claro y profundo discernimiento de las doctrinas de Don José de la Luz y Caballero.
La vida humana es, pues, un camino, una senda de progreso constante que se efectúa superando continuamente determinados estados y condiciones interiores y exteriores.
El progreso es la ley a la que siempre se halla sujeta, dado que cada etapa y toda condición de nuestra existencia, son sólo la base y la oportunidad para un nuevo paso adelante, por medio de su utilización y superación.
Todo progreso se efectúa, en cualquier campo, por medio de etapas o grados sucesivos, que son como las jornadas de un viaje, y los pasos de un camino que nos es menester recorrer. Y los grados de Discípulo, Discípulo de Honor, Caballero de la Luz y Pasado Jefe, indican simbólicamente estas etapas progresivas de la existencia individual, en la que se nos abren siempre nuevas y mejores posibilidades, en proporción de cómo sepamos utilizar de la mejor manera, nuestras actuales oportunidades y capacidades.
Por esta razón la solidez de la construcción institucional está precisamente en razón inversa de la rapidez con que se quiere, y se pretende recorrer la serie de los grados; tanto más rápido sea el progreso, menor será la comprensión, y más fácil la desilusión.
Los caminos demasiado sencillos pierden al mismo tiempo atractivo y valor, que estriban en el propio esfuerzo que nos permiten y promueven.
G.L.P:. JORGE SANCHEZ MONTALVO
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