Hace muchos años fui invitado por una “reliquia histórica” de la Orden Caballero de la Luz a ingresar en ella. Y con su atención prudente y sincera, decidí hacer la solicitud para mi iniciación.

Entonces él me explicó que debía tener más de 18 años, creer en un Ser Supremo, ser invitado por dos miembros, poseer buena salud física y mental, y cualidades morales dignas para ser admitido. Que tenía que ser buen esposo, buen hijo y buen hermano. Además que tendría que estar capacitado para comprender los fines y fundamentos de la Orden, y estar en disposición de sufragar una cuota mensual y otros gastos mínimos de la fraternidad..

La llené y se la entregué al valioso Hno. Joaquín Rodríguez Valdés. Tuve que esperar cerca de dos meses, ellos me explicaron que mi aplicación tenía que ser circulada entre todas las logias de la Institución, y una vez circulada, la Logia que me había invitado, llamada “Armonía # 29”, nombraría una Comisión que me iba a investigar en mi hogar, con mis vecinos, en el centro de trabajo o en la escuela a la que asistía. Supe que después de esa investigación, si era favorable se me citaría para mi ingreso.

Ellos se aseguraron que yo tenía buenos propósitos, que no me movía la curiosidad, y que tenía una fértil voluntad, ávida de aprender y aportar mejores conocimientos en beneficio de la humanidad, pues era muy joven.

Esperé con inquietud, con el anhelo con que el niño pobre espera su juguete la noche de Navidad. Esa espera no hizo perder mi fe de ser aceptado por esa cubanísima Institución que contó entre sus filas a los patriotas más destacados que hicieron posible la República de Cuba.

Transcurrieron dos meses y fui avisado que se me iba a iniciar, pero que naturalmente tenía que ser sometido a pruebas y entrevistas personales; con la mejor disposición me presté a ellas, con el deseo de hacerlo, despojado de influencias extrañas a mis sentimientos y razón; para gusto mío todo había salido bien; posteriormente vino la INICIACION, deseada y esperada lo que resultó para mí un día de inefable satisfacción.

Un día de reabrir el libro de mi vida, hallé en sus páginas la luz vivificadora que sacudió mi ser interior, tomando así dimensiones excepcionales, para entonces dar paso a una nueva concepción de la existencia, de nuestros propósitos, y de nuestros más humildes quehaceres, es decir, sucedió en mí un perfecto RENACER.

Lo confieso con humildad y sinceridad, ya que al tomárseme el juramento que me convertía en Discípulo espiritual del Sabio Educador cubano Don José de la Luz y Caballero, sentí  que cada uno de mis sentidos se revitalizaban con fuerza interior en mi ser, impulsándome a una nueva vida, trazándome un nuevo sendero, forjado en un constante aprendizaje, una reiterada práctica y exaltación de las virtudes humanas, por medio de la caridad, la comprensión, la tolerancia, la ayuda al necesitado, la protección a las libertades patrias, en general volcando nuestro esfuerzo a la consecución del bien común y en especial la fraternidad.

Puedo decir después de 45 años de militancia ininterrumpida, que la Orden Caballero de la Luz me ha hecho feliz. Y he hecho feliz a mi familia con mi nueva conducta. 

 

GLP:.  Jorge Sánchez Montalvo (FLU)

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