La función esencial de nuestra Institución Fraternal es convertir al ser humano, en HERMANO. Perfeccionar el carácter, modelar la conducta, indicar el camino. Construir un futuro con más amor entre los seres que habitamos este planeta.
Este editorial se escribe bajo la presión de un análisis efectuado entre todas las partes de la Orden. El corazón late y el cerebro impone. En este instante se necesita que alguien de un alto en el camino, para que se piense más, y se sienta más en bien de la familia que heredamos.
Es necesario y vital un auto-estudio personal y colectivo. Cuando el toque de incomprensión y el trauma de la intolerancia recorren nuestras filas, todos nos angustiamos, vivimos poseídos de una pasión anímica dolorosa, triste, amarga; pero cuando nos damos cuenta que otros hermanos, tienen el derecho, sagrado, de pensar y sentir en forma diferente a nosotros, entonces, nos des-angustiamos y, somos; somos verdaderamente fraternales. Nace el respeto.
No creo que existan abismos insalvables, ni los que dirigen, ni los dirigidos, tenemos beneficios, solo la Orden debe tenerlos, no creo que habiendo sido purificados nos convirtamos en los verdugos de nuestros mismos hermanos; considero que ha llegado la hora del autoanálisis, de derrumbar paredes y construir puentes.
Averiguar, en un exilio hacia dentro, si con nuestra conducta estamos perjudicando lo que decimos querer y estamos matando lo que, nosotros mismos, hemos ayudado a construir con inmensa entrega.
Ya el reloj nos dice que esta no es la hora de faltarnos el respeto, de agredir a nuestros hermanos, hiriéndolos y violentándolos emotivamente. Esta no es la hora de incomprensiones, ni de intolerancias; estamos en el preciso instante, de la autocrítica, del examen interno, del trabajo colectivo, de la entrega absoluta en plural; del renunciamiento de la individualidad, para el logro de la trascendencia institucional. Es la hora de la Orden, es la hora de Cuba, es la hora del mundo, no es nuestra hora.
El que aspira a un cargo debe pensar mucho sobre el sacrificio que representa ocuparlo verdaderamente. El dirigente tiene que ser el primero, en la asistencia, en las visitas, en los velorios, en las fiestas. Si no brinda esa lección a los que han aceptado su dirección, mermará la presencia en las sesiones y en las actividades. Por lo tanto, el que dirige debe orientar, indicar el camino hacia el futuro, preparar las labores, ser el primero en todo. El dirigente tiene que sacrificarse por su logia y por la Orden.
Somos una familia que se reduce cada día más, por eso se impone la conversación franca, decidida y llena de amor. Por eso se imponen el respeto y la erradicación de las murmuraciones. Un comentario por la espalda, cierra puertas; una frase de frente sin adjetivos, crea puentes.
Las crisis institucionales que viven los países se refleja en nuestra familia fraternal. No hay militancia y muchas veces prevalece la falta de solidaridad. Debemos afrontar el problema con honestidad y propiciar una búsqueda intensa de las razones que inciden para que la membresia se sienta angustiada.
Debemos admitir que el auge en la criminalidad y la prevalencia de los estilos de vida contemporáneos, hacen difícil la tarea del compromiso con los valores que la Orden representa. ¿Pero debemos cruzarnos de brazos, impotentes, ante la situación?
La Orden Caballero de la Luz fue, en cierta época, el foro donde participaban las figuras más destacadas de la sociedad cubana. La Orden estaba integrada por próceres de cada poblado o ciudad. El debate era excitante. La palabra era elocuente, persuasiva, ponderada. Había ánimo de educar en los principios de la Fraternidad y cada tenida era de aprovechamiento ciudadano y didáctico. Necesitamos conferencias, charlas, conversatorios, instrucciones, para analizar esa apatía que se convierte en la poca asistencia a las sesiones.
Hoy no hay elementos de atracción como antes. Falta el mensaje. Sólo unos pocos se ocupan de las tradiciones, la historia y las costumbres. Está ausente la mística. Pero podemos rescatar para establecer relaciones personales íntimas.
Un rescate podría ser que indaguemos en la vida de aquellos que hicieron posible, en circunstancias difíciles, esta Orden, y le dieron energía, esencia, mensaje, lección y enseñanza. Principios, fines, fundamentos y doctrina.
Nuestro padre fue tabaquero, todos los que lo apoyaron también. Hombres humildes construyeron la Orden, y hombres y mujeres trabajadores hicieron posible este maravilloso núcleo fraternal.
Considero que la función de los “más tradicionales” ha de ser la de plataforma para ayudar a los demás a transitar a través de ellos hacia la otra orilla. Nuestras manos están extendidas.
¿Quién nos puede asegurar que somos mejores? Ni un título universitario, ni una cultura elevada, ni un bolsillo lleno de billetes pueden afirmar que somos superiores. Solo la conducta y la conciencia lo lograrán.
Un padre, una madre, una logia, siempre tienen el deber de recoger y de orientar a los hijos que han abandonado el hogar, y perdonarlos, porque esa es la enseñanza que nos brinda la familia humana. Entre los miembros de una fraternidad la comprensión, la tolerancia, el olvido y el perdón deben siempre primar sobre la rivalidad y el rencor.
La fraternidad es acercamiento, es relación, es amistad y por sobre todo es amor, ¿Quién puede concebirse miembro de una Institución Fraternal y considerarse enemigo de su hermano? ¿Quién puede hablar mal de su hermano sin recibir la lección de su familia fraternal? Lección de amor y de protección a nuestras filas. Lección de obediencia al juramento prestado ante el Ara en cada grado.
Somos hombres y mujeres que estamos construyendo la sociedad del futuro. Ese mañana que anhelamos sea mejor.
Por nuestra parte, tendremos que ser tolerantes y comprensivos, tenemos que perdonar y olvidar las ofensas, las censuras, pues debemos ser de los que suman y multiplican.
El hombre de bien exige todo de sí mismo. No basta criticar los errores de otros. Basta con sólo no ponerlos en práctica. En ocasiones creemos engañar a los demás violando una ley, y lo que hacemos es caer en los errores que hemos criticado.
No somos una “organización afín”, somos hijos de González Curbelo, simplemente somos un Organismo salvador de la Orden, fiel a nuestra doctrina que no se detiene en la “s”, no creemos en aceras, luchamos por construir fórmulas de acercamiento.
Cada uno de nosotros va a pasar por esta vida una sola vez. Cualquier cosa buena que yo pueda hacer, debo hacerla ahora, porque no pasaré de nuevo por aquí. Y por eso digo que nuestros corazones y puertas siempre han estado abiertos y seguirán abiertos.
Los únicos símbolos de superioridad que reconocemos son la Educación, la Benevolencia y la Fraternidad.
GLP:. Jorge Portuondo Jorge (FLU)
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