La idea central es clara: si descubres que estás montando un caballo muerto, lo más sensato es bajarte y dejarlo.
Sin embargo, en la práctica, muchas veces ocurre lo contrario. En lugar de abandonar el caballo muerto, se toman medidas como:
• Comprar una nueva silla de montar para el caballo.
• Mejorar la alimentación del caballo, a pesar de que está muerto.
• Cambiar al jinete en lugar de abordar el problema real.
• Despedir al encargado de los caballos y contratar a alguien nuevo, esperando un resultado diferente.
• Organizar reuniones para discutir cómo aumentar la velocidad del caballo muerto.
• Crear comités o equipos de trabajo para analizar el problema del caballo muerto desde todos los ángulos. Estos comités trabajan durante meses, levantan informes y finalmente concluyen lo obvio: el caballo está muerto.
• Justificar los esfuerzos comparando el caballo con otros caballos muertos similares, concluyendo que el problema fue una falta de entrenamiento.
• Proponer cursos de capacitación para el caballo, lo que implica aumentar el presupuesto.
• Redefinir el concepto de “muerto” para convencerse de que el caballo aún tiene posibilidades.
Lección aprendida:
Esta teoría pone en evidencia cómo muchas personas y organizaciones prefieren negar la realidad y desperdiciar tiempo, recursos y esfuerzos en soluciones inútiles, en lugar de aceptar el problema desde el principio y tomar decisiones más inteligentes y efectivas.

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