En el bullicioso café El Cosmopolita, en la famosa Acera del Louvre, un grupo de jóvenes elegantes y bien vestidos escucha con admiración a un anciano de piel oscura que les habla con la autoridad que solo dan los años y la experiencia.
No es un anciano cualquiera. Es el Mayor General Jesús Rabí, un guerrero incansable que luchó en las tres guerras por la independencia de Cuba. No aceptó cargos ni riquezas tras la victoria. Prefirió la humildad y el honor antes que la comodidad. Entre los que lo escuchan hay un personaje famoso, Alberto Yarini, el legendario “Rey de San Isidro”, el más célebre de los chulos habaneros.
Pero no todos en el café comprenden el peso de esa historia. Desde una mesa cercana, dos extranjeros sueltan risas burlonas y comentarios despectivos sobre el veterano. Yarini lo nota. Con calma, sugiere a su grupo cambiar de mesa para evitar problemas. Pero ya en la calle, la sangre cubana hierve.
No puede dejarlo pasar.
Da media vuelta, encara a los forasteros y, con un inglés impecable, les suelta una frase que quedará para la historia:
—¡Ese negro es un héroe de mi país y hay que respetarlo! 💪🏽🔥🇨🇺
Dicho esto, su puño vuela como un rayo. Un golpe. Dos. Tres. Nariz rota. Mandíbula fracturada. El irrespetuoso cae al suelo sin entender qué ha pasado.
Al día siguiente, los periódicos de La Habana estallan con la noticia: un joven distinguido de la alta sociedad cubana le ha dado una lección de respeto al Encargado de Negocios de la embajada norteamericana.
Porque en Cuba, el heroísmo no tiene color. Se honra a los valientes, se defiende la dignidad y la historia se escribe con carácter.
🇨🇺 Si te emocionó esta historia, compártela. Que nadie olvide el valor y la honra de aquellos que forjaron nuestra patria.

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