La integridad: piedra angular del Caballero de la Luz
En la senda que transita el Caballero de la Luz, pocos valores son tan esenciales y definitorios como la integridad. No se trata simplemente de decir la verdad o de cumplir con lo que se promete —aunque eso también—, sino de mantener una coherencia profunda entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, incluso cuando nadie está mirando.
La integridad no se negocia ni se ajusta según las circunstancias. Es un compromiso silencioso pero firme con la verdad, con la justicia y con el deber. En el seno de nuestra Orden, ella es faro y escudo: faro, porque nos guía en medio de las sombras de la duda y la conveniencia; escudo, porque nos protege de la corrupción del alma y de la traición al ideal fraternal.
Ser íntegro es, en definitiva, vivir de tal manera que la propia conciencia no tenga reproches. Es honrar la luz que hemos jurado seguir, aunque el precio de hacerlo sea alto. Porque la Orden Caballero de la Luz no se construye con discursos brillantes, sino con vidas rectas. Y en cada Caballero que actúa con integridad, la Orden se engrandece.
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