El día de Acción de Gracias es una festividad que se celebra todos los años en Estados Unidos y Canadá, en el que las familias se reúnen en torno a un gran pavo el cuarto jueves de noviembre. ¿Pero, de donde viene esta práctica devenida en tradición que ha trascendido fronteras?
Dos grandes teorías, la primera data de septiembre de 1620, un barco llamado “Mayflower” salió de Inglaterra llevando 102 pasajeros bajo la promesa de prosperidad y tierras en el nuevo mundo. Después de un viaje de 66 días, llegaron a Plymouth donde comenzaron la construcción de una aldea.
El primer invierno en Plymouth fue muy duro y sólo logró sobrevivir la mitad de las personas que habían viajado a bordo del “Mayflower”.
En noviembre de 1621, después de que la primera cosecha de maíz de los colonos resultase exitosa, el gobernador William Bradford organizó una fiesta de celebración e invito a un grupo de aliados nativos americanos, en el que se convertiría en el primer día de Acción de Gracias que llegó a durar tres días, convirtiéndose en una practica habitual por casi dos siglos, hasta el año 1863, cuando Lincoln designó la Acción de Gracias como festivo nacional.
La segunda teoría según referencia de algunos estudiosos señala los orígenes de la Acción de Gracias a remontas fechas anteriores a 1621 y lo datan de 1565, cuando el explorador español Pedro Menéndez de Avilés invitó a los miembros de la tribu local Timucua a una cena en St. Augustine (San Agustín) Florida, después de la celebración de una misa para agradecer a Dios la llegada segura de la tripulación. Mientras existen registros de que el 4 de diciembre de 1619, un grupo de 38 colonos británicos tras arribar a Berkeley Hundred, en las orillas del río James de Virginia, leyeron una proclama que designaba la fecha como “un día de acción de gracias a Dios Todopoderoso”.
Pero ¿Cómo se imbrica esta conmemoración en la Orden Caballero de la Luz?
Pues existen fuertes indicios que conforme fue creciendo la comunidad de cubanos migrantes en el territorio de los Estados Unidos, también se fue mimetizando la cultura de ambos pueblos, adoptando los primeros las festividades nativas de los segundos, de lo cual existen evidencias irrefutables que trascienden a nuestros días, baste recordar que no es hasta el año 1873 que se funda la Sociedad de Socorros Mutuos La Luz, que más tarde daría paso a la Orden Caballero de la Luz como se conoce en nuestros días, de alguna manera también aquellos padres fundadores que llegaron a esa tierra en busca de libertad y mejor vida (algo parecido a los primeros colonos) fusionaron sus vidas y sus culturas en un solo camino, Curbelo como tantos además de cubano también fue ciudadano americano, cristiano y masón, razones que desde nuestro punto de vista constituyen el argumento cultural mas valido de caras a comprender la inclusión de esta conmemoración primero en la vida social y más tarde en el calendario litúrgico de la Orden
Ciertamente, los sistemas cronológicos fundacionales se caracterizaron por su uniformidad, pero esto duro poco. El particularismo fue un fenómeno que afectó no sólo al cómputo del tiempo, sino también a otras convenciones sociales. Los tipos de estructura institucional, las diferencias geopolíticas y hasta sociales que vinieron con el crecimiento y multiplicación, y expansión de la Orden y sus circunstancias altamente demandantes, fueron algunas manifestaciones de la fragmentación sectorial, que no tardo en hacerse presente en muchos órdenes de la existencia. La falta de un patrón uniforme que regulase la expresión del concepto abstracto de la duración de los ciclos de trabajo en logia propició el establecimiento de un rico abanico de soluciones posibles lo cual no se limitó a la práctica formal, sino que impacto también lo simbólico desde lo litúrgico. La delimitación de períodos naturales y artificiales en lo que respecta a la fecha de inicio del año, el comienzo de la jornada y otros referentes del género dependía de épocas y lugares con marcadas diferencias. Tal diversidad constituyo un obstáculo para el desarrollo de relaciones e intercambios entre organismos que, a pesar de permanecer unidas por los valores esenciales del credo profesado, estaban divididas por unas barreras convencionales, fruto de prácticas consuetudinarias. Sin embargo, se respetó un tratamiento homogéneo en lo concerniente al periodo litúrgico anual establecido por la Orden. Donde la celebración del Gracias a Dios, juega su mejor papel.
Desde el punto de vista simbólico, preparar la fecha del Gracias a Dios constituye un referente obligado en la comunión de cada miembro desde su interno con la trascendencia, a través de una ocasión que promueve la gratitud y la esperanza. El día de Gracias a Dios, es pues, el equivalente al cierre del año litúrgico es el performance del desarrollo de los eventos de la vida, y el resumen de las celebraciones que nos propone la Orden a lo largo del año. Es la recreación del vivir y no sólo recordar la historia, sino restaurarla, reconstruirla y crear las ocasiones para redimensionarla.
L.P.: Javier Alvarez Rodríguez
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