La intención de Don Pepe fue entendida y apreciada, aún con vida. Por un designio oculto surgió en la época más crítica de la vida cubana para cumplir un deber altísimo; para ejercer una influencia tan decisiva, que sólo quien como él encarnó en múltiples y excelentes cualidades, y pudo unir los privilegios del talento, las bondades del corazón, la firmeza de la voluntad y la integridad del carácter, hubiese sido capaz de erguirse por sobre toda la podredumbre social y política de la colonia para decir su palabra redentora y preparar las almas para la conquista de la nacionalidad.
Hay que señalar que Don José de la Luz y Caballero fue un ejemplo vivo de preclara e incomparable conducta en todos los órdenes de la vida pública y privada: “No vivimos asociados, sino amontonados, hombres, ciudadanos si se quiere, pero no hermanos”.
Fue el maestro de toda una generación y el gran libertador espiritual del pueblo cubano. Dio a beber a sus discípulos aquellos elementos ideológicos que despertaron nuestra personalidad histórica para la lucha por la libertad.
“En ningún colegio dirigido por los maestros formados por Don José de la Luz y Caballero – escribieron en el año 1872, en Barcelona, los españoles don José Pérez Moris y don Luis Cueto y González Quijano – se enseñaba historia ni geografía de España, sino muy superficialmente y haciendo hincapié en cuantos hechos pudiesen ser susceptibles de una interpretación vergonzosa para la nación”.
“En cambio ningún muchacho medianamente aprovechado ignoraba la historia de la independencia de todas las repúblicas americanas, ni dejaba de saber perfectamente hasta la última escaramuza en que hubiesen sido derrotados los españoles”.
“La bravura de los indios contra los descubridores de América y el mal trato que recibieron los primitivos pobladores de los compañeros de Colón, también se enseñaba con particular cuidado, inventando robos, violencias, asesinatos y otros hechos que no podrían menos de indignar el alma cándida y generosa de los adolescentes contra una nación que tan odiosa se les pintaba”.
No podrá negarle nadie a Nuestro Sabio Maestro que fue un gran preparador, porque así lo afirmaron los propios españoles que vieron en él a un liberal, a un masón, aunque no lo era, a un librepensador y cuantas más cosas se les ocurrió decir a los calumniadores que llenaron columnas en los periódicos y publicaron libros que denostaban su figura.
De lo que no puede haber duda es que la palabra de Don Pepe, que fue su única arma, era más poderosa que el cañón.
GLP:. MIRIAM E. QUIRÓS
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