Juan Scasso, proveniente de Sassello, un pueblito de las montañas de la Región de Liguria, Provincia de Savona, al Oeste de la Ciudad de Génova, llega al puerto de Montevideo, con dos hermanas (un primo hermano proseguirá embarcado rumbo a Buenos Aires), el 19 de febrero de 1868.
Se desconocen las causas de su desembarco. En ese mismo día en Montevideo asesinaron al General Venancio Flores y al ex presidente Bernardo Berro, lo que dio origen a escenas indescriptibles de venganzas y crímenes, en medio de una epidemia de cólera (enfermedad), ambas circunstancias asolaron la ciudad y al país.
El luego abuelo Juan Scasso, le trasmitiría a sus nietos los avatares de su arribada: “por poco ustedes no están aquí”.
No hablaba italiano, lo hacía en el dialecto genovés. Se casa aquí con una paisana suya, Adela Molinari, instaló luego de trabajar como cocinero, un almacén donde se vendía entre otros productos, las bolsas de comida para las acémilas (caballos de carga).
Su primer hijo se llamó Juan, al igual que él, Inicio de una extensa descendencia, entre los cuales, estaba Alberto.
Juan Scasso Mollnarl, que también tenía un almacén de ramos generales, se casó con María Consiglieri, su primer hijo, nacido el 14 de enero de 1892, se lo llamó también Juan, a lo que se le agregó Antonio. Inevitablemente para la familia era “Juancito” y para los nietos de Alberto era “el Tío Juancito”.
El sueño de todo inmigrante, llegado de Europa, proveniente de un pobre pueblo de las montañas para hacer “la América”, era que sus descendientes estudiaran y alcanzaran títulos universitarios. En el caso de Juan Scasso, sus nietos cumplieron con su ilusión: fueron ingenieros, médicos, químicos farmacéuticos, contadores, oficiales de artillería. Pero su nieto mayor Juan A. Scasso logró en su profesión, arquitecto, un particular destaque, con proyección nacional y aún internacional.
La carrera la hizo con un gran esfuerzo económico por parte de su familia, que solo pudo impulsar a proseguir los estudios al mayor de los hijos, tenía un par de zapatos para ir a la facultad, iba de zapatillas y se las cambiaba al entrar y al salir. Cursó todos los cursos sin faltar a clases.
Fue egresado en 1916, a los 24 años, de la primera generación de arquitectos de la Universidad de la República, alumnos formados por la cátedra de “Monsieur Carré”, un profesor francés contratado por la Administración del Presidente Batlle y Ordóñez para la formación de la novel Facultad de Arquitectura (lo evocaba a menudo según relatan familiares).
Por su trayectoria curricular en su formación, fue destacado con la “Medalla de Oro” de su generación, lo que lo hacía merecedor de una beca de estudios para completar su formación en Europa. El lugar planteado era Francia, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial, del cual ese país fue uno de los protagonistas, lo hizo inviable.
Esto varió el destino del novel arquitecto que fue becado al país de su abuelo, Italia, hacia donde partió el 22 de octubre de ese año.
Pero este país fue arrastrado también a englobarse en la conflagración, en mayo de 1915. Los nietos de Alberto cuentan como el Tío Juancito relataba haber presenciado el bombardeo a Nápoles, que según Alberto ocurrió en marzo de 1918, describía el vuelo de los aviones austríacos biplanos y la reacción de la población local:
“¿por qué nos atacan a nosotros?”,
“nosotros no estamos en guerra”,
“la guerra es con los del Norte”.
El sentimiento de unidad nacional, en Italia, no había seguido a la unidad política, habiendo transcurrido más de 50 años, aún no estaba realizado en la segunda década del S.XX.
La beca se extendió hasta 1918 y terminó en España. Allí se encontró con una joven y numerosa colectividad uruguaya en plena etapa formativa, contactando con la que luego constituiría la vanguardia artística en nuestro país: Torres García, Barradas, Cúneo, Michelena. Tenía una capacidad descriptiva notable, de ese viaje lo recuerdan evocando su visita a Slgüenza y ver aparecer la mole de su catedral, mezcla de fortaleza de gótico y de románico, a través de la niebla.
Abre un estudio de arquitectos en Montevideo, primero en sociedad con otros colegas y luego en forma independiente, dedicándose a la construcción de viviendas particulares.
En 1920 ingresa como arquitecto en la Dirección de Parques y Jardines de la Intendencia Municipal de Montevideo v como docente de la Facultad de Arquitectura en los cursos de urbanismo de la Cátedra de Trazado de Ciudades v Arquitectura Paisajista.
“Fui un hombre afortunado, enseñaba urbanismo en mi facultad y en la dirección del municipio, me daba el gusto de ejecutar todo lo que enseñaba en clase”, asegura uno de sus discípulos y familiares.
Estos desempeños lo llevaron a realizar sus obras más trascendentes, desde su empleo público municipal, por los que su señora Dora, siempre se lo recordaba, nunca cobró honorarios profesionales:
- El Planetario Municipal
- El Hotel Miramar (actual Escuela Naval)
- El hotel del Lago del Parque Rivera
- La Pista de Atletismo
- El Velódromo Municipal
- El Estadio Centenario (su mas conocida obra)
- También fue miembro de la Comisión de la Rambla Sur, diseñando el enjardinado de esta, entre la Calle Jackson y la .Escollera Sarandí
- Renovó el Rosedal del Prado, importando rosales de Inglaterra, con la mediación de su amigo el Embajador del Reino Unido, Sir Eugen Millington Drake
- Paralelamente a estas actividades, tuvo iniciativas en construcciones escolares, alguna emblemática como la Experimental de Malvín.
En 1929, fue uno de los anfitriones de Le Corbusier, al que le mostró Montevideo desde el Cerro y nos describía el desagrado del arquitecto francés con la estructura del Palacio Salvo, recién construido, emblema de la ciudad, que miraba “hacia dónde se podía derribar la estructura”.
En 1929 fue designado Director de Paseos Públicos de la Intendencia Municipal de Montevideo.
El Estadio Centenario, su obra más emblemática, fue planificado en ese mismo año, para el Primer Campeonato Mundial de Fútbol, que se realizaría, en nuestro país en 1930, con motivo de conmemorarse el Centenario de la República, de ahí su nombre. En diciembre se adjudicó la licitación y en enero de 1930 se comenzó la obra, que fue la primera en el mundo de construirse íntegramente en cemento armado.
Se inauguró el 18 de Julio, con el partido inicial del campeonato, entre la selección anfitriona local y la de Perú, que ganamos 1 a 0 muy ajustadamente. En seis meses se concluyó la obra.
El tercer hijo de Alberto, segundo de su segundo matrimonio, con catorce años, presenció el partido inaugural, con una entrada al talud, repartida por el primo mayor:
“¡Qué salsa nos dio Perú, hasta una brusca y violenta acción del “Mariscal” José Nasazzi sobre un habilidoso puntero peruano!”.
En las anécdotas de los familiares se recuerda que el arquitecto vestía en la obra habitualmente con túnica blanca y oía comentarlos como: “ese gordo loco de túnica blanca que quiere construir un estadio en seis meses”.
Eso no le impedía protestar de: “…esas ganas de no hacer, esa desidia total…”, refiriéndose a los obreros intervinientes, de múltiples nacionalidades (la inmigración europea de entreguerras), ¿eran otros tiempos?
El estadio, fue construido en una hondonada del terreno, con lo cual en la mayor parte de sus dos anillos de asientos inferiores, para salir los espectadores lo tienen que hacer en subida, con accesos amplios, lo que impide las avalanchas y realizándose la evacuación en forma rápida. Esto ocasiona también que sus muros exteriores no sean tan elevados. Su elemento arquitectónico más característico y distintivo es la Torre de los Homenajes, planificada para servir de peana al mástil para izar la bandera de la selección triunfante del campeonato.
La torre tiene nueve ventanas como las franjas del pabellón nacional y en su base la proa de un barco y las alas de un avión, para se pueden escuchar varias interpretaciones, entre ellas, las formas que se había desplazado la selección nacional.
En la base estaba planeado un grupo escultórico de la victoria, de José Luis Zorrilla (otro de sus amigos), que no llegó a concretarse. Como tampoco lo hizo el recubrimiento de los muros exteriores con mármoles, (menos mal, imaginarse los grafitis en superficies marmóreas). Su arquitecto siempre lo consideró como una obra inconclusa.
Su obra en el Parque Batlle, se vio completada con la ubicación de los numerosos monumentos que lo ornamentan, entre ellos “La Carreta” de José Belloni. Con este destacado escultor nacional desarrolló una particular amistad, a través de la colaboración mutua, al instalarse los numerosos monumentos de su autoría en distintas plazas y parques de la ciudad, como el de José Enrique Rodó en su parque homónimo, “La Diligencia” en el Paso del Molino, “Nuevos Rumbos”, frente a la Facultad de Ingeniería, o el Monumento al Barón de Mauá en la Rambla Sur. Esa amistad y colaboración, me la destacaría el mismo Belloni, cuando lo conocí en 1964.
Realizó importantes obras en Argentina como el Estadio Monumental Núñez en Buenos Aires (1938} y el Plan Regulador de la Ciudad de Mendoza (1941), ambos en equipo, como consultante.
En un Domingo de Ramos, paseando con su amigo el pintor José Cúneo, conoce a la salida de misa de la Matriz, a la que sería su esposa: Dora de Alzáibar, siguiéndola hasta su casa, “¿ese de Alzáibar, era tu otro marido?”
Se casa en 1922, de su matrimonio tuvo cuatro hijos: Juan Carlos (1930}, José Luis (1931), Stella (1937) y Dora (1946).
En 1932 construye sobre la Avd. Juan Manuel Ferrari esquina con la Calle Miraflores, en Carrasco, su residencia-estudio. Su frente estaba ornamentado con placas en bajorrelieve, realizadas por otro de sus amigos, el Escultor Severino Pose. Este en 1934, realiza dos bajorrelieves: “Las ondas que mueren en la playa” y “La nube”, en un primer fructífero ensayo del artista relacionando su obra con un diseño arquitectónico. En su estudio, abierto al jardín, Scasso acogía a estudiantes de arquitectura como ayudantes, como el futuro destacado profesional Samuel Flores Flores (compañero de correrías de su hijo “Pepe”).
Esta residencia, inicialmente incluida en el Patrimonio Nacional, fue luego desafectada y demolida para levantar un edificio de apartamentos. Solo se conserva su estudio (utilizado como biblioteca de uso restringido), al fondo de un corredor lateral del edificio, donde están depositados las placas de Pose.
En el año 1932 fue Presidente del Club Atlético Peñarol. Pero renuncia para partir a Europa, usufructuando una Beca de Perfeccionamiento Docente de un año de duración, en Alemania y Holanda, donde entra en contacto con la Escuela Bauhaus, fundada por Walter Gropius con el lema: “La forma sigue a la función”
Creada la Comisión Nacional de Turismo en 1933, integrándola como miembro honorario, Vocal Delegado del Poder Ejecutivo, diseñó el primer Parador en Carmelo, “El Refugio”, junto al puerto de yates. Tiene aún una novedosa impronta para la época, de un techo de quincho de paja (reconstruido). Fue inaugurado el 24 de mayo de 1936.
Probablemente en 1935, viajó nuevamente a Alemania, que estaba organizando las Olimpíadas de 1936, con su esposa y su hijo mayor, que era sordomudo, acompañado por su amigo y Profesor, el Dr. Mario Rius.
Dentro de su familia se decía que fue en un intento de conectar a su hijo minusválido, con las más modernas técnicas alemanas de fonoaudiología, en un intento de mejorar su comunicación. Pero muy probablemente fue invitado por el Gobierno Alemán, que estaba diseñando y construyendo en cemento, el Estadio Olímpico de Berlín.
Fue miembro y presidente del Rotary Club Montevideo. Integrante fundador de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, siendo su primer Secretario.
El Arquitecto Juan Antonio Scasso (1892-1973), los escultores José Belloni (1882-1965), Severino Pose (1893-1963) y Antonio Pena (1894-1947), el escritor Fernán Silva Valdés (1887-1975), el músico Eduardo Fabini (1882-1950), con los pintores José Cúneo Perinetti (1887-1977), Rafael Barradas (1890-1929) y Alberto Dura (1888-1971), formaron su selecto núcleo de contemporáneos amigos, de los que Scasso poseía obras dedicadas.
Era concurrente habitual a una tertulia en el Café Sorocabana de la Plaza Cagancha, en tomo a la mesa se reunía con José Cúneo (pintor), Eduardo Fabini (músico), Fernán Silva Valdez (poeta) y Emilio Tacconi (escritor y dramaturgo). Los mozos se quejaban porque durante la tertulia, unos dibujaban y otros escribían sobre el mantel (¡no haber conservado uno de esos dibujos!).
Si concurría a la cita con su hija menor “Dorita”, Fabini y Silva Valdez, le preguntaban para “empuarlo”: “¿Es tu nieta?”, había nacido cuando tenía 54 años. Tenían un particular código de conducta tertuliana expresado en la “Carta del Sorocabana”.
Militó en el Partido Colorado Batllista, dentro de la llamada Lista 14 (la de los hijos de José Batlle: César y Lorenzo, la de “El Día”), siendo amigo personal del intendente capitalino el Ingeniero Germán Barbato (1947-54).
En 1947, reformó una finca del Prado (la finca del Dr. Susviela Guarch), adquirida por el Municipio de Montevideo, para residencia de la nueva pareja presidencial Luis Batlle Berres y su esposa, en la Av. Suárez y Reyes.
El gran golpe de su vida fue la muerte accidental de su hijo José (Pepe), el 22 diciembre de 1948 a los 17 años.
Esta muerte tuvo ribetes sumamente trágicos, incluida la muerte simultanea de un compañero (Urioste), una búsqueda que duró tres días y el descubrimiento de los cuerpos el día de Nochebuena.
En los primeros años de la década del 50 sufre un infarto cardíaco y en gran parte por presión familiar se jubila de su cargo en el municipio capitalino en 1952, luego de 32 años de actuación, y en 1956 sus cargos docentes universitarios (Subdirector del Instituto de Teoría de la Arquitectura y Urbanismo), luego de 36 años de actuación. Abandona en la 7ma. década de su vida la obra pública, hasta entonces su principal dedicación.
Es en esa época que se empezó a relacionar con nuestra zona.
Previamente existe una referencia en el libro Senda y Retorno de Maldonado de Francisco Mazzoni, que describe una visita del arquitecto con un grupo de estudiantes de la facultad, al Bosque de Lussich, en 1944. Sobre el lomo de la Sierra de la Ballena, en el Arboretum, desde la glorieta-mirador, frente a la Laguna del Sauce y al mar, sobre el bosque tupido, sitúa al grupo. En este paisaje marítimo, lacustre, serrano y boscoso, en la puesta del sol, evoca las palabras del profesor: “‘¿Quieren perspectivas de jardines italianos?, aquí las tienen”. Mazzoni que presenció la excursión de los alumnos y la disertación expresa: “‘creemos que el Profesor Scasso dio aquí la más fecunda de las lecciones de su curso, porque les ha mostrado a los profesionales un valor nacional, una tradición local que respetar, un camino a seguir”.
Esta zona, previamente conocida y valorada le sirvió para alejarse de su entorno de trabajo previo, de sus ámbitos docentes, de su casa, que la alquiló, se instaló en un departamento en un edificio sobre 18 de Julio y Vázquez, en donde tenía su estudio en una pieza, todo lo que tal vez le hacía recordar a su hijo. En su pared estaba colgado un emblemático cuadro de Cúneo, con la Torre del Vigía en primer plano y la catedral detrás (luego en la Colección Kobylanskl, ahora rematado). En el acmé de su vida profesional y social, buscó un marco nuevo de desarrollo de su trabajo, de su vida, de su espíritu.
Le agradaba la zona por Ja belleza del paisaje, el mar, el bosque, el ambiente con el aire salino, sin la contaminación de las aglomeraciones y en particular el desarrollo urbano de la ciudad en medio de la masa arbórea, frente a la playa y el mar.
Se trasladó a trabajar aquí en 1958, tenía 66 años, contratado por Mauricio Litman para trabajar en la Empresa Cantegril, como urbanista. En 1946 había proyectado el ensanche del Balneario La Paloma, en Rocha, a partir de las actuales Avenidas Sagitario y del Navío, con el modelo de “ciudad-jardín”. Proyectó para la Empresa Cantegril SA de Litman, la ampliación del Nuevo Cantegril más al Este de la vía férrea Maldonado-Punta del Este (actual Avenida Artigas), a lo largo de la actual Av. del Mar, en medio de un tupido monte de pinos.
En el año 1958 fue también contratado por la Administración Municipal del Concejo Departamental de Maldonado, presidido por Francisco Salazar, como urbanista. En ese carácter se diseñó la remodelación de la Plaza de la Torre del Vigía, tal como la conocemos, con sendas que se cruzan en cruz. Planteó la reforma de la Plaza San Fernando, con la construcción de un nuevo suelo, con el dibujo del escudo de la ciudad en el centro, como pista de baile.
Aún se recuerdan las críticas que recibió, por ¿bailar sobre el escudo?”, sin comprender que era una forma de integrar a la población a los espacios públicos. No se llevó a cabo su proyecto. Se remodeló la Plaza de la Ciudad de Pan de Azúcar, colocando la estatua de Artigas, con un comentario personal que recuerdo: “los monumentos se deben colocar mirando al este, los actos patrióticos se desarrollan de mañana y las estatuas deben estar frente al público, iluminadas por el Sol y este a las espaldas de la gente”.
En 1959, diseñó “bungalows” en Portezuelo, para la Solana del Mar. Diseñó y construyó casas en Punta del Este, una de ellas, de muros de piedra de dos pisos, construida en el solar de la esquina de las calles 9 y 15, junto al Edificio Lafayette de Cantegril, fue comprada por esta empresa para demoler, permitiendo la altura del edificio, su ulterior venta para construir otro edificio (“Skorpios”) dio origen al famoso pleito de la Administración del Cnel. Sequeira (interventor).
También construyó dos edificios a lo largo de la calle 12, de dos plantas. Como paisajista diseñó el parque de varias hectáreas de la Residencia Berenbau, en su momento se decía la mayor de la zona, en el Barrio Parque del Golf y el “jardín japonés” de la residencia de Ernesto Lewi (actual Hotel Jean Clevers).
Construyó su casa en la misma punta, en la zona del faro, frente a la Isla de Lobos, en la terminación de la calle 12, frente a la de la calle 3. La llamó “Al di lá”, también el nombre de la canción ganadora de San Remo. Se desarrollaba en una planta baja para los garajes y su estudio, que se abría a través de una portada ventanal a un jardín rústico, que daba a las rocas costeras y una planta alta con ventanas dispuestas en forma oblicua (similares a las de la Escuela Naval), que daban al mar. Desde el interior de la planta alta, con acceso por la Calle 12 “Virazón”, daba la sensación de estar sobre el mar.
La construcción de la Rambla Perimetral de la Península, cambió la perspectiva de la residencia, que impresiona más hundida y alejada del mar. El comedor dispuesto en el extremo sur de la planta alta, tenía la pared del fondo, perpendicular a la línea de ventanas, pintada al fresco en toda su superficie por Enrique Castells Capurro, con un tema inspirado en un pasaje del libro “La Tierra Purpúrea” de Guillermo Hudson: un gaucho montado en un caballo sobre las dunas, contempla a lo lejos a una muchacha bañándose en las olas en la orilla del mar.
En ese comedor no faltábamos a la cena de “Nochebuena” y al almuerzo el día de su cumpleaños en enero. En un cumpleaños, me tocó de compañero de mesa, una de las visitas, el Gral. Omar Porciúncula, que fuera uno de los militares protagonistas de la traumática transición (desde el punto de vista castrense), del 1ero. de marzo de 1958, Gobernador de Distrito Rotarlo y Presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol. A él le pregunté si conocía a Obdulio Varela, su contestación me enseñó a separar la imagen futbolística de la personalidad individual de un jugador de un deporte de competencia.
Su paseo preferido en Punta del Este era caminar de su casa al puerto.
En sus últimos años que se le recuerdan al “Tío Juanclto”, protagonizando dos campañas televisivas: una con Leonel Viera llevando adelante la propuesta de un puente flotante sobre el Río Uruguay, frente a Paysandú, diseñado por el proyectista del Puente de La Barra. Cuando el periodista entrevistador’ le pregunta, luego de la exposición, si lo veía posible de concretar, él le contestó: “No lo creo, es muy barato”. Profecía cumplida. La segunda fue una oposición frontal con el intendente capitalino Glauco Segovia, que proponla vender en lotes el Parque de las Instrucciones, donde asienta el Club del Golf, propiedad municipal, para destinar lo obtenido a la construcción de viviendas (1967). Su posición fue una defensa apasionada del espacio verde en el entorno urbano. La idea fue desestimada y el jerarca tuvo que renunciar, por otras causas, antes de finalizar el año.
Una de sus anécdotas más notables que le recuerdan sus familiares, es su frase:
“En mi casa yo solo me ocupo de los temas importantes: Peñarol, la Selección Uruguaya en los campeonatos internacionales, de la política nacional de alto nivel, si los rusos tirarán la bomba atómica, quién será el presidente de los EUA y en fin, de mi actividad profesional, de todos los pequeños temas se ocupa mi esposa: de la administración de la familia, de las inversiones, donde nos alojaremos, los alquileres de las propiedades, que ropa compraremos, donde Iremos en verano –”
Trabajó en su profesión hasta el fin de su vida. El día que falleció de una crisis cardíaca, el 2 de octubre de 1973, en su apartamento, sobre su mesa de trabajo estaban los planos del Museo del Fútbol, en espacios a destinarse en su Estadio Centenario, ahora Monumento del Fútbol Mundial. (Tenía 81 años)
Según el Arquitecto Samuel Flores, su colega Scasso fue un ambientalista sin tener conocimiento de la actual disciplina desarrollada a fines del s. XX. Fue un detractor severo desde su Cátedra de Urbanismo de la Rambla de Piriápolis, construida en 1916 con el criterio de un loteador de terrenos, para obtener más espacio urbanizado, sobre las dunas costeras, lo que casi eliminó la playa del balneario. (Los actuales temporales han demostrado su inestabilidad, dada su aproximación al oleaje).
También fue un entusiasta defensor de las dunas de las Playas de Carrasco, Verde y La Mulata, alejando de ellas el trazado de la Rambla Costanera, permitiendo su conservación el mantenimiento de la arena de la playa.
El tema de su vida sigue angustiosa y perentoriamente planteado; los espacios verdes y los entornos urbanos. Su obra escrita, publicada en 1941, se refiere a “Espacios Verdes”. Si contemplamos la evolución de nuestro balneario, no creo que él lo evaluara con satisfacción y conformidad, con el constante raleo del bosque y sin medidas de renovación, versus la edificación masificada y en altura progresiva, con la dificultad de circulación de automotores creciente. A lo que se agrega el problema de los asentamientos, la residencia Berenbau es invendible por su proximidad al Barrio Kennedy (ahora en vías de solución). La pérdida progresiva de la relación árbol, espacio verde, vivienda humana, de la idea de ciudad-jardín, es evidente. La no reposición de ejemplares arbóreos, unos derribados para dar lugar a las nuevas edificaciones, otros por los temporales (los ejemplares aislados son más fácilmente derribados por los vientos), otros por que han llegado al fin de su existencia como seres vivos, no es fiscalizada por las autoridades locales.
El derecho al paisaje, que sostenía, tenemos los habitantes de una zona urbana, está en peligro y lo debemos defender como un derecho humano.
Su obra queda impregnada en Uruguay, su arquitectura, su desarrollo y su historia, siendo otro protagonista que dejó sus Huellas en Oriente.
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