Entre los símbolos más destacados de la Orden Caballero de la Luz está la estrella de cinco puntas. Para nosotros tiene un puesto en el Templo, de primera importancia, por sus varias y profundas significaciones.

Toda estrella es un centro de luz, un foco en el cual se concentran y se irradian en todo el espacio, haciéndose evidentes y perceptibles, las energías latientes.

La estrella pentagonal o pentagrama es, sobre todo, el símbolo del hombre o microcosmos, que de esta manera revela su íntima analogía y fundamental identidad con el Sublime Luminar, con el Universo o macrocosmos, al que reproduce, por así decirlo, en sí mismo, y del que es una imagen diminuta.

El hombre es un pequeño mundo. El símbolo de la estrella nos demuestra la correspondencia de los elementos cósmicos y humanos, y nos hace ver que el hombre y el universo son esencialmente idénticos, a pesar de su aparentemente inmensa diversidad.

En un primer lugar podemos ver, en la estrella de cinco puntas, una imagen del cuerpo del hombre, con las dos piernas y los brazos abiertos, en correspondencia con sus cuatro puntas laterales e inferiores, mientras la punta superior se halla en relación a la cabeza.

Es una postura de equilibro activo y de capacidad expresiva, por medio de la cual el hombre se hace centro de su vida, y con su actividad, irradia de sí mismo su propia luz interior, exactamente como lo hace la estrella en el espacio.

Referida a la mujer, la estrella en esa misma postura es un símbolo de la Inteligencia receptiva, que se hace fecunda, o sea capaz de concebir y producir.

Además vemos en las cinco puntas de la estrella una alusión perfecta a los cinco sentidos: abajo, en las dos puntas inferiores que corresponden con los pies, podemos poner los dos sentidos especialmente relacionados con la vida instintiva y la conservación del organismo, el olfato y el gusto, que presiden a la respiración y a la alimentación y responden de su propiedad.

Las dos puntas relacionadas con los brazos, pasan a ser los dos sentidos que nos dan conciencia directa de nuestra relación con el mundo, complementándose recíprocamente, o sea la vista y el tacto.

Arriba, en la punta superior, el oído, que es aquel que nos pone en comunicación con nuestros semejantes y nos hace consabidos de la vida en la naturaleza.

De esta manera, la estrella representa propiamente la mente o inteligencia humana, siendo las cinco puntas sus proyecciones hacia el mundo exterior, del que así adquiere conciencia en cinco distintas maneras.

Además de indicar el hombre físico y sus sentidos y facultades intelectuales, como símbolo de la mente y del pensamiento en general, la estrella representa al Hombre Ideal, y  todo particular ideal que el hombre pueda concebir y anhelar, o sea, la propia perfección inherente en la humana naturaleza, en su conjunto y en todos y cada uno de sus aspectos.

La estrella simboliza el Principio de Luz y la verdadera luz que ha de alumbrar “a todo hombre que viene a este mundo”.

Como Fuente de Luz, la estrella es principio inspirador de todo lo que puede haber de Bello, Noble y Verdadero: el mismo Principio del Bien en su forma más elevada.

A cada cual se le presenta en su propio Ideal en la más plena hermosura y con el más vivo resplandor que su mente pueda concebir y su visión sea capaz de percibir, sin ser deslumbrado o desviarse. Es lo que desde adentro impulsa la evolución hacia su más alta finalidad, presentándose en la forma y en la luz adecuada, para indicarnos la etapa o tarea que está inmediatamente ante nosotros.

Aparece, como tal, tanto a los individuos como a los pueblos y a las naciones, tomando forma o encarnándose en las diferentes religiones e instituciones fraternales o sociales, que siguen paralelamente la evolución del hombre, modificándose, transformándose y creciendo, según  crecen y se modifican sus ideas. Es Dios mismo, que de esta manera se revela, en su propio Logos o verbo Ideal, para cada hombre y para cada pueblo, para cada época de la vida y de la historia.

Respondiendo a su constante inspiración, nacen, crecen y se desarrollan las civilizaciones, cada una con sus especiales características, en las que ese Logos luminoso o Gran Energía, se hace carne y se realiza “viviendo entre nosotros” para que admiremos la gloria de su actual realización. Y las ideas y los ideales son los que, principalmente, hacen la historia.

Nuestra estrella personal, es la verdadera luz que sola puede alumbrar la senda de la existencia, elevándola a la altura de su razón de ser más exaltada y trascendente.

En verdad, ningún otro símbolo puede, mejor que la estrella, representar la Gran Inspiración o Sublime Luminar del universo, perennemente creativa; la Luz que procede de las regiones inmortales del Ser, que nunca deja de alumbrar, en su propio fuero interior, a quien la contempla.

Al igual que la estrella se eleva a la altura de un sol resplandeciente derramando su luz y sus energías, así puede el hombre elevarse en la conciencia de su propia naturaleza celestial, y surgir por encima de su mortalidad en la Vida Eterna de su Espíritu inmanente.

Además la estrella es un símbolo de nuestra Insignia que lo hemos tomado de la Bandera Nacional, y por tanto, tiene hondo sentido patriótico. Para los pueblos antiguos, la estrella de cinco puntas era símbolo de Belleza, se usaba como amuleto contra las hechicerías y se consideraba como talismán para la conservación de la salud.

Para la Orden Caballero de la Luz, la estrella es Faro de la misma y simboliza la FRATERNIDAD UNIVERSAL, la unión de los hombres por el amor fraternal. Caracteriza el propósito de ayuda mutua entre todos los hombres y mujeres, a la realización de lo cual, empeñamos nuestros mejores esfuerzos.

Sus puntas representan los cinco continentes y las cinco razas primitivas: blanca, negra, amarilla, cobriza (o americana) y aceitunada (o malaya), clasificación establecida por el Sabio etnólogo alemán Blummenbach y aceptada por los científicos en la Academia de Ciencias de París en 1853.

El simbolismo de la estrella representa que la Fraternidad tiene carácter universal, sin distinciones de razas, ni de fronteras. Que todos los hombres somos iguales en la mente de Dios y en el propósito de su Caridad.

GLP:. Louis Hernandes (FLU)

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