… Y vi… una tierra nueva.
(Apocalipsis 21,1)
Los Caballeros de esta generación somos muy afortunados: nos ha tocado vivir en un periodo de crisis. Dicen que en el idioma chino la palabra –crisis- es una palabra compuesta que se escribe juntando dos caracteres, uno de los cuales significa –peligro- y el otro –oportunidad-. Y en esa mezcla constante de peligros y oportunidades, nadie puede contentarse con ser mero espectador. Queramos o no todos somos actores de este drama.
En este sentido el Caballero de la Luz debe tener sentido de perspectiva histórica, a la luz de la activa participación del hombre en los sucesos de este mundo. El Caballero de la Luz esta capacitado para ver lo que otros no ven. Esta evidencia no debe ser motivo de ostentación ni de orgullo fatuo, sino de humildad genuina y de responsable dedicación a la tarea que nos es propuesta. Si nuestro Sabio Maestro, estuvo en este mundo antes que nosotros, si él nos precedió y nos dio el ejemplo de cómo proceder, basta con que estemos a tono con el, y todo saldrá bien. El supo con anticipación preclara saber que debíamos decir y como debíamos obrar.
Todos estarán de acuerdo, probablemente –con la amplia perspectiva que nos da nuestra posición de privilegio, desde el Monte Nebo de nuestra ansiedad ciudadana- que estamos a la vista de una patria nueva, de una tierra de promisión y amenaza. Lo que esta sucediendo hoy en cuba es aquello por lo cual hemos venido clamando por años desde nuestras posiciones individuales y colectivas, lo que hemos expresado tantas veces en nuestras confesiones amistosas, lo que hemos anhelado en la intimidad de nuestra conciencia dolida de cubanos que amamos esta tierra común.
Si algo nos preocupa, no es lo que esta sucediendo ahora sino lo que podría suceder en el futuro como consecuencia de lo que esta sucediendo ahora. Por ello –como Logia en tierra nueva- tenemos que ajustarnos bien y afinar nuestro sentido de la tradición histórica, sin dejar de contextualizar nuestros objetivos para poder realizar claramente nuestra misión en esta hora singular.
Cada pueblo –dice Marti– tiene que sudar su propia calentura…La Orden no puede ver con malos ojos el que un pueblo anhele su independencia total y reafirme su absoluta soberanía. La Orden no puede jamás apañar al colonialismo, ni el paternalismo, ni el imperialismo. A un pueblo no puede impedírsele que procure alcanzar la madurez económica, política, social y cultural.
Pero hay un nacionalismo sano y constructivo y otro nacionalismo fanático, generador de odios y disolvente por completo. Si este último llega a parecer en Cuba hay que detenerlo, porque muy bien pudiera ser la ruina total del país. No podemos llevar este pueblo de suyo generoso y querendón – a un clima de amarguras y de odios inútiles -.
En un estado nacionalista la Orden también un mensaje especial que no debe callar: el énfasis bíblico de que todos somos hijos de un mismo Padre creador y sustentador…cosa esta que nos convierte en hermanos, para ello la Orden entonces estará en condiciones de poner la nota que faltaba, para logara la verdadera armonía, la nota FRATERNAL, la de comunión de los hermanos y profanos, por todo el orbe, sin que importen nacionalidad, o idioma, o las costumbres. La Orden dirá entonces, que un hombre no vale mas ni menos por ser americano, chino, árabe, mexicano o cubano, sino por su calidad humana, por sus valores espirituales, que a un hombre se le demerita porque es hipócrita, o un mentiroso, o un ladrón, o un asesino, no por el color de su piel, o por el idioma que habla, o por el país donde nació. Que por el solo hecho de ser cubanos no somos mejores o peores que otros pueblos, que solo seremos mejores cuando prevalezcan en nosotros las grandes virtudes de la vida ciudadana.
He querido tocar esta cuestión para que nos demos cuenta de que nosotros hermanos de esta magna fraternidad tenemos una tarea especifica que realizar en esta tierra nueva, que cualesquiera que fueran los acontecimientos y las condiciones ambientales del futuro no hay razón para mostrarnos pesimistas ni desalentados, la fe del Caballero de la Luz siempre deberá ser capaz de encontrar en el horizonte una presentación brillante y prometedora. Si no lo entendemos así será entonces que no supimos comprender bien los propósitos de esta institución y no confiamos enteramente en el poder de la Virtud, como fuente de todo poder.
He escuchado recientemente que la peor tentación para la Orden es la prudencia, entonces confiados en nuestras buenas intenciones, definamos pues objetivos, y dispongamos a correr riesgos y progresar que la Logia sea entonces como una inmensa colmena, donde hay un objetivo común: el de producir una miel dulcificante, enérgica, creadora y reproductora. Donde cada miembro se mueva con un sentido cooperativo y corporativo y que si tropezamos los unos con los otros sea porque no podemos evitarlo en el fragor del trabajo. Pero seria suicida mantenernos estáticos y en punto de inercia cuando alrededor de nosotros se desatan todas las fuerzas dormidas de un pueblo que ha comenzado a buscar su patria nueva.
Yo creo que la Orden Caballero de la Luz de Cuba esta ya en condiciones de romper las barreas del temor la hora ya va llegando cuando una nueva estrategia es indispensable, una estrategia que permita visualizar toda la obra en su totalidad, pero bien encajada en el momento cubano que nos ha tocado vivir, permítanme pues recordar aquí lo que yo llamaría mi símbolo pagano: Pegaso, el famoso caballo con alas de la mitología, que era capaz de afincarse bien en la tierra y correr firmemente hasta la meta señalada. Seamos pues –como el Pegaso mitológico- capaces de visionar la perspectiva total y futura, pero también capaces de actuar en la necesidad inmediata y urgente.

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