Juan Bruno Zayas nació en La Habana el 8 de junio de 1867. Fue un médico y militar cubano. Su padre, Dr. José María de Zayas y Jiménez, era abogado y fue profesor, subdirector e incluso director del prestigioso colegio El Salvador tras la muerte de José de la Luz y Caballero cuyo cargo desempeñara hasta su clausura, en 1869. Su madre provenía de las Islas Canarias, fue hermano de Dr. Alfredo Zayas y Alfonso y del Dr. Francisco de Zayas, embajador de Cuba en París y Bruselas.

Su título de Bachiller le fue expedido en 1886 y logró matricular en la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de La Habana en el curso 1885-86. Pero durante sus estudios de Medicina murió su padre y se vio muy afectado emocionalmente y uno de sus tíos Francisco Javier quien era médico y profesor universitario fue prácticamente su tutor hasta la culminación de su carrera de Medicina. Graduado de su profesión decide ejercer la Medicina en la zona rural de la Isla.

Me resulta imposible pasar por alto la figura del general Juan Bruno Zayas, de la barriada del Cerro por ser el primero en levantarse en armas en la provincia villareña tras el levantamiento del 24 de febrero sin la presencia aún de los principales líderes de esa región, este médico recién graduado que al igual que nuestro apóstol también su suerte la echo al servicio de los pobres el cual ejerció como médico rural donde solo le cobraba a la clase pudiente.

Ya el 25 de abril del 95 estaba en pie de guerra para unirse a los patriotas orientales, se unió a Gómez y sobre todo a Maceo para llevar la guerra a la zona más occidental de la isla para dar culminación a la más histórica de las acciones militares del siglo XIX: La invasión de Oriente a Occidente, el propio Maceo había dicho que sería su sustituto en caso de muerte, se le tildaba como el Agramonte del 95, y cumplía cualquier misión que la alta jerarquía militar asignaba, la cual muchos generales ponían reparos por las condiciones tan hostiles a la que estaban sujetos, su caída en combate en una emboscada tras ser delatado el 30 de julio de 1896 fue un hecho tan triste y tan lamentable el cual Maceo sintió de todo corazón, pienso que hasta los ángeles lloraron tras la partida de este mundo por una delación en la zona de Quivican.

Me convenzo cada vez más que mueren los rebeldes pero no la rebeldía, estos quedan como genes de esta nación que viajan de generación en  generación para insertarse en el alma de aquellos cubanos que luchan por el bienestar de su pueblo por encima de todas las cosas y pueden estar dormidas por un tiempo, pero cuando despiertan con la antorcha libertaria iluminando caminos, arrancando caretas, y aplastando tiranos que al final están condenados al foso del olvido como el peor de los castigos para esas almas flacas de pensamiento que vendieron por un plato de lentejas su condición de hombre libre para abrazar el yugo que le ofrece donde recostar su cabeza y dormir en paja caliente, las verdaderas almas saben que no solo de pan vive el hombre.

Por eso más que pedir, suplico que aprendan amar a este hombre de la misma manera que se ama a Martí, a Maceo, a Gómez, a Calixto, a Quintín, a Moncada, y a muchos más por ser no solo el general más joven de la guerra de independencia, sino por representar la nueva generación que siempre busca un futuro mucho mejor al que se vive en nuestro país.

Hno:. Alejandro Naranjo Moreno

Logia: Soles y Rayos de Oriente

Montevideo, Uruguay