Homenaje al apóstol José Martí
Un grupo numeroso de los que estamos aquí esta noche hemos tenido el privilegio de conmemorar, en un lapso de años –precisamente el número de años que vivió el Martí- las dos fechas más incidentes en la orbita ejemplar del gran héroe cubano: el centenario de su nacimiento, en 1953, y el centenario de su muerte en 1995. Resulta simbólico que Martí – cuya vida fue cuerda en perenne tensión- nos ofrezca sus centenarios precisamente cuando su patria transita por momentos tirantes y en la búsqueda afanosa de caminos redentores.
Con este párrafo comienza la reflexión presentada en la celebración ecuménica en homenaje al apóstol José Martí en el año del centenario de su muerte, efectuada en la Catedral Episcopal de la Santísima Trinidad, La Habana, Cuba, viernes 4 de febrero de 1995, por el Dr. Rafael Cepeda Clementes.
Es necesario precisar que en 1953 los actos oficiales recordatorios estuvieron reducidos a recintos cerrados. Solo participaron los que concurrieron a actos en universidades, centros culturales y recreativos, academias e instituciones diversas.
Los temas presentados entonces se limitaron a monografías, trabajos de crítica literaria y ensayos interpretativos, sin la participación popular de la mayoría en la Isla. Es de suponer que durante 1995 – si se tiene en cuenta lo que se ha planificado y publicado – los proyectos de programas incidieran no solo en la asistencia y la participación masiva, sino también en lo sustancial de las temáticas y en las implicaciones éticas.
Precisamente por ello creo que nuestra Institución y porque no nuestra logia, deben estar presentes y a tono con su pueblo y enriquecer su palabra responsable, discernidora y profética.
En 1953 se trataba del nacer y del vivir, ahora, en pleno 2022, se trata del morir y del renacer, para continuar viviendo. La Biblia y Martí nos orientan en el desempeño de la misión que nos corresponde realizar en esta hora. El apóstol cubano, desde su profundo conocimiento de los textos escritúrales, predico y practicó la entrega total de la vida, creyó en la exaltación que se produce con la muerte, así como en lo que el denominaba –la otra vida-, -la existencia venidera-.
Tanto en el concepto judaico de que –desde el corazón mana la vida (Pr 4, 23)- y de que –la justicia conduce a la vida- , porque –en el camino de la justicia esta la vida (Pr 11, 19; 12, 28); como en el de Jesucristo quien anuncia que su propósito es producir vida en abundancia (Jn 10, 10), es fácil percibir la confluencia del pensamiento martiano, donde vivir no es un mero existir, sino el apropiarse de aquello que Pablo llamo –andar en vida nueva (Ro 6, 4)-.
Esta novedad de vida que señala el Evangelio, esta dignidad plena del hombre, de que habla Martí, no se logra ni en un lugar ni en el otro hasta que se llega a la convicción de que –la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen (Lc 12, 15)- y que –nadie tiene mas amor que el que pone su vida por sus amigos (Jn 15, 13)-.
Martí por su parte apunta: …es ley maravillosa de la naturaleza que solo este completo el que se da; y no se empieza a poseer la vida hasta que no vaciamos sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, la nuestra.
En consecuencia, podemos afirmar que es posible para cada uno de nosotros logara un estilo fraternal martiano de vida plena, precisamente cuando estemos en disposición de –perderla- como –rescate por muchos-, que es la demanda mayor del sacrificio humano. Para Martí el término –vida-, esta totalmente integrado a su experiencia de Dios y a sus sentimientos de libertad y fraternidad.
Cuando escribe sus amarguras de El presidio político en Cuba, y rememora a un anciano preso, hambreado, azotado, apaleado, dice de sus verdugos: …miserables! ¡Olvidan! Que en aquel hombre iba Dios. Y cuando se trataba del niño Lino Figueredo, exclama: …mi alma volaba hacia su alma. Mis ojos estaban fijos en sus ojos. Mi vida hubiera dado por la suya.
Cuanto de esto no nos recuerda al propio Jesús cuando asevera: ..Cuando lo hicieron con uno de estos más pequeños, que son mis hermanos, los hicieron conmigo (Mt 25, 40). Martí mismo concluye Jesús no murió en Palestina sino que esta vivo en cada hombre.
Ese estilo de vida que Martí mismo llamaba evangélica, es el que nosotros proponemos como ética practica y funcional en esta hora de reconocimiento al hombre magno que sustenta, con su pensamiento y con su conducta la razón de ser de nuestra vida como nación, la que ahora asombra al mundo por su resistencia tenaz y afán imbatible de búsqueda de la soberanía.
Pero estamos enfrascados en el tema de la muerte física y conviene recordar que sentido tiene para un Caballero de la Luz, practicante y que sentido tiene para Martí, el echo ineluctable del fin de la vida física. Ya el salmista nos ha señalado el camino: –aunque ande de valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno-(Sal 23, 4). Y en el texto del teólogo rebelde del Apocalipsis nos invita: –se fiel hasta la muerte, y yo te daré por corona la vida– (Ap 2, 10).
Para los que desconozcan lo bíblico en Martí es sorprendente constatar cuanto siguió el apóstol cubano tales premisas. Para el, –morir es lo mismo que vivir, y mejor si se ha hecho ya lo que se debe-, -porque el derecho de verter luz, no se adquiere sino consumiéndose en el fuego-.
Cada cual, al morir, enseña al cielo su obra acabada, su libro escrito, su arado luciente, la espiga que segó, el árbol que sembró (…) ¡triste el que muere sin haber echo obra!. (…). –la muerte no debe ser penosa para quien ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo (…) –la noche es la recompensa del día. La muerte es la recompensa de la vida.
Otros lamenten la muerte necesaria; yo creo en ella como la almohada y la levadura, y el triunfo de la vida (…), la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida (…), así fundamentado, Martí anuncia la sublimidad envidiable de la deceso por la redención del hombre y espera confiado la hora creadora de la muerte.
¿Por qué creadora? Se preguntarán hermanos y no hermanos, porque –contesta Jesús-; el que beba del agua viva que yo le daré se transformara en un manantial de de vida eterna. (Jn 4, 14). Porque –contesta Martí-, ¡la vida humana no es toda la vida!
La tumba es vía y no termino (…) la vida humana seria una invención repugnante y bárbara, si estuviera limitada a la vida en la tierra (…), del sufrimiento, como de un halo de luz, brota la fe en la existencia venidera. Los hombres están viviendo como si la vida se acabara con la muerte, y es necesario tener piedad de ellos (…) y decirles que la vida no se acaba.
Hermanos míos, amigos, camaradas: nos acercamos a días y años de intensa rememoración patriótica y de denodados afanes por sacar adelante el proyecto revolucionario que inicio Varela y que ilumino con su vida y con su muerte José Martí.
Al recordar Martí a los que precedieron a Céspedes y a Agramonte, se reafirma: -morir no es nada, morir es vivir, morir es sembrar. El que muere, si muere donde debe, sirve -. Y entonces nos reta a cada uno de nosotros, y a todos los cubanos: -vale, y vivirás. Sirve y vivirás. Despídete de ti mismo y vivirás. Cae bien y te levantaras. Si mueres, vales y sirves-.
Una palabra Martiana entonces, al final se impone: ¡todo, Oh patria, por que cuando la muerte haya puesto fin a esta fatiga de amarte con honor, puedas tu decir, aunque no te escuche nadie: fuiste mi hijo! ¡No hay mas gloria verdadera que la de servirte sin interés, y morir sin manchas!
LP…Javier Alvarez Rodríguez
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